Prefacio

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Noah
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La plaza central en San Valentín era la definición de caos. Ya perdí la cuenta de cuántos empujones y pisotones he recibido mientras camino sin perder de vista a Jean, mi mejor amigo. Intento vagamente esquivar a estos especímenes que caminan con globos, osos de peluches, dulces y entre otras de esas cosas cursis que se regalan en este día lleno de hormonas al tope.

Vaya, a alguien se le cayó un buen lote de gorritos, bien, no lo culpo, dicen que sin gorrito no hay fiesta.

El chico se acuclilla a recoger lo que se cayó, recibe unas cuantas miradas, pero no le importa pues se toma su tiempo para recoger uno por uno los pequeños paquetes de color negro, con el inigualable logo del conejo con moño.

—Debería estar por aquí—habla Jean deteniéndose en seco mientras ve el reloj en su muñeca.

Tomo uno de sus brazos y lo arrastro hasta un punto casi vacío, a lado de un bote de basura, él continúa observando su reloj como si eso fuera hacer aparecer a la persona que buscamos. Para ser sincero si no aparece sería mucho mejor para mi, debo recalcar que estoy aquí porque Jean me rogó toda una semana para apoyarlo en esta tontería a la que llama “misión: adiós soltería”

—¿Estás seguro de que estará aquí?—pregunto con cansancio.

—Si, todos los fines de semana viene a almorzar aquí a las dos de la tarde—informa a la par que descuelga la mochila de sus hombros para sacar una libreta y un bolígrafo.

Que acosador.

—Trabajan en la boutique de la madre de Katia. Estarán aquí en cualquier momento.

—¿No tienes a alguien más para que te ayude?—murmuro con fastidio.

Llevo mi diestra por mis cabellos y tiro levemente de alguno de ellos. Jean cree fielmente que hago eso cuando estoy enojado y jugar con su mente me viene como anillo al dedo al hacerlo creer eso.

Su mirada vacila al verme hacerlo, internamente estoy sonriendo.

—Noah—reprocha con tono infantil.

Suspiro con pesadez y me limito a asentir con desden, él sonríe nuevamente y se da la media vuelta, dándome la espalda, para ver hacia el extenso comedor de la plaza, en dónde hay varias mesas y sillas en el centro y en los alrededores hay varios locales, cada uno con distintos tipos de comida. Ver dichos locales solo provoca que la sensación de hambre aparezca en mi persona.

—Quiero un burrito —decreto antes de caminar decidido hacia la extensión de locales.

Jean me llama, pero sigo caminando, mi plan era no parar hasta llegar al local de burritos y tacos, pero una pequeña anatomía se estampa contra mi. Doy un paso atrás por la impresión.

Una chica castaña está parada frente a mi, pero eso es lo de menos al sentir humedad en mi camisa. El pequeño espécimen que se estrello contra mí llevaba un licuado de lo que deduzco era fresa por el color, creo que está de más aclarar que todo ese líquido color rosa termino sobre mi camisa.

—Lo siento, lo siento—se apresura a decir mientras se agacha para recoger unas cuantas bolsas que se cayeron en el impacto—. No lo ví, iba tan deprisa. Sé que es mí culpa y voy a compensarlo, ¿quiere que le pagué la tintorería o prefiere que pague por la camisa en sí? Enserio lo lamento, dígame qué hacer y lo solucionaremos, no intento huir, hablemos civilizadamente, yo...

—Era mi camisa favorita—hablo, interrumpiendo su repentina diarrea verbal.

—Lo siento, yo...

—Olvídelo.

Suspiro con aparente enojo y doy la media vuelta para regresar sobre mis pasos, dejando a la chica con más palabras en la boca que, obviamente, no me interesa en escuchar.

Jean llega corriendo a mi lado, intenta convencerme de regresar, me da más de una forma de solucionar la mancha de mi camisa, pero dejo de escucharlo cuando salgo de la plaza e ingreso a un taxi, dejándolo parado ahí viendo cómo me alejo en el vehículo.

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Gracias por darle una oportunidad a esta historia, espero les guste :3

Gracias por darle una oportunidad a esta historia, espero les guste :3

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Casualidad con sabor a FresaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora