Capítulo 28

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Hospital

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Noah

—Tienes diez minutos para negociar, después de eso entraremos sin importar las condiciones.

Asiento ante las palabras y suspiro con nerviosismo.

Supuestamente debí ir solo, pero no creo poder con ésto. Tengo miedo por Dayana, debido a eso acudí a la única persona involucrada con mi caso en quién tengo confianza; Rachel Vega.

—Tranquilo—dice a mi lado. Coloca su mano sobre la mía y le da un suave apretón—. Todo estará bien.

Todo estará bien...

Quiero aferrarme a esas palabras, pero en mi mente solo se reproducen cientos de posibles escenarios que involucren el daño físico a mi chica fresa.

La camioneta en dónde vamos se detiene varios kilómetros atrás del lugar exacto. Vuelven a repetir las indicaciones y dejan que yo me adelante, algunos metros atrás vienen dos agentes, los demás esperarán diez minutos para acercarse.

Tardo unos cuantos minutos en llegar al gran depósito abandonado, ingreso con lentitud, escaneo el lugar y siento una horrible presión en el pecho al verla en una silla, sangrando de su cara, agotada y totalmente fuera de sí. Está luchando por mantenerse consiente.

—¡Dayana!

Mi primer impulso es correr hacia ella, no me importa empujar al CEO para llegar a ella. Un disparo resuena por todo el lugar, pero es lo de menos.

—¡Maldición!—grita uno de los idiotas que la estaba golpeando. Intenta correr, sin embargo, lo tomo del brazo y tiro un golpe a su estómago.

Cae de rodillas al suelo, oportunidad que tomo para patearlo. Vagamente veo a los dos agentes lidiar con los otros dos. Las sirenas de la policía se escuchan más y más, mientras más agentes ingresan a el lugar, pronto se escuchan disparos por todo. Sin importarme nada más llego hasta ella.

—Estoy aquí, chica fresa—digo, mientras me siento en el suelo para sujetarla—. Tranquila—intenta hablar, por el contrario, está tan débil que le es imposible—Shh, estoy aquí. Todo estará bien.

Sus ojos se cierran y me digo a mi mismo que tengo que mantener la calma. La presión de mi pecho se hace más fuerte, el desesperado deseo de gritar me invade. Miro hacia todos los lados con desesperación, entre todo el caos logro ubicar a Rachel quien señala a nuestra dirección, indicando a un grupo de paramédicos que inmediatamente corren a socorrernos. No quiero alejarme de ella, intento permanecer a su lado, pero me quitan a la fuerza. La pequeña parte lógica que queda funcionando en mi cerebro quiere recalcar que ella estará bien, que es necesario que los paramédicos la ayuden, sin embargo, ahora no quiero escuchar a esa parte, solo quiero estar con ella y no separarme más.

—Noah­­—la voz suave de Rachel llega a mis odios. Volteo a verla e inmediatamente me veo envuelto en sus brazos—. No la perderás— murmura y esas simples palabras me estremecen de pies a cabeza.

Intento contenerme, quiero ser fuerte y razonar con claridad, pero termino llorando, sintiendo el miedo invadir cada uno de mis pensamientos.

Me aferró al saco de Rachel como si eso pudiera apaciguar el dolor, pero es inútil, siento que me hundo. Veo como suben a Dayana en una camilla, y siento mi mundo venirse abajo. Lloró con más intensidad, ya no es solo por ella, sino porque por primera vez me siento tan inútil al no poder hacer más.

Casualidad con sabor a FresaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora