Recompensa
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Noah————
Ha pasado cerca de una semana desde la última vez que estuve aquí en la plaza central, el bullicio es menor que el día de San Valentín, pero aún así hay varias personas que caminan de un lado a otro por los locales que hay en el lugar.
Nuevamente me encuentro en dónde está el conjunto de locales de comida. A diferencia de aquel día hoy estoy sentado en una de las mesas y frente a mi lugar yace un exquisito burrito.
—Hoy si vendrá—afirma Jean. Él tiene un taco totalmente intacto en su lugar. Planeo quitárselo si no se lo come en tres minutos.
Me limito a seguir comiendo mi burrito, pero inevitablemente mi vista se queda estancada en una extraña botarga de fresa con el uniforme de un local de hamburguesas. La botarga, o más bien, la persona que yace adentro de esa cosa brinca de un lado a otro e intenta repartir volantes a las personas que pasan por aquí, aunque la mayoría prefiere ignorarlo.
—Una vez conseguí trabajo y tuve que usar una botarga de oso —comenta Jean. Deduzco que notó el interés que le puse a esa fresa saltarina—. Adentro de eso es el mismo infierno, hermano. Compadezco a ese sujeto.
—Me da igual—regreso mi mirada a la comida—. Solo recordé a esa niña que arruinó mi camisa.
Jean asiente con la cabeza mientras mira hacia un punto detrás de mi.
—Creo que recordé—espeta después de unos segundos—. ¿Lograste sacar la mancha?
—La tuve que lavar cuatro veces, pero si, lo logré.
Pasaron tres minutos.
Sin nada de pudor tomo el taco de Jean y me dispongo a darle el primer mordisco, sinceramente me da igual la mirada que me lanza.
—Provecho—suelta con sarcasmo.
—Gracias—le doy un asentimiento con la cabeza—. Regresando a la Hominoide y mi camisa.
—¿Si?
—Hablando con crudeza, la camisa ya me estaba quedando chica, después de todo la tengo desde hace tiempo y tanto mi masa corporal como mi estatura han ido en aumento—informo, después de digerir otra porción del taco—, así que quise tomar ese torpe encuentro como una oportunidad para buscar el mismo modelo en una talla que se ajuste mejor a mí.
—Si, parece lógico—asiente y se digna a beber un poco de su soda.
—Pero terminé descubriendo que la camisa está valorada en casi 18,000 dólares.
Creo que solté las palabras en un mal momento. Toda la soda de naranja que ingeria Jean terminó en mi cara y parte de mi camisa.
—¡¿Qué?—tose un poco—¡¿18,000 dólares?!
—Si—respondo.
Tomo unas cuantas servilletas e intento limpiar superficialmente mi cara. Ese tarado parece estar más sorprendido por el precio de la camisa que por el hecho de escupir sobre mí.
—Mierda—murmura aún estando perplejo—. Debiste pedirle compensación monetaria a esa chica.
—Si, igual me arrepiento por irme sin más. Oye, idiota, acabas de arruinar mi camisa.
—No cuesta más de 200 dólares, ¿O si?—un destello de verdadero pánico invade su mirada.
—No, nunca gastaría esa cantidad en una camisa.
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Casualidad con sabor a Fresa
Teen FictionPortar uno de los apellidos más influyentes del momento no es algo a lo que Dayana se adapte. Pensó que todo sería falsedad a su alrededor hasta que tuvo que derramas su bebida sobre aquel chico. Cliché, por supuesto, pero lo que acontecería con eso...