Capítulo 30

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Graduación

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Dayana

Los días pasaron y al fin me dieron de alta en el hospital, volví a mi rutina de todos los días, yendo del trabajo a la escuela y encontrándome algunas veces con Noah, quien había estado muy ocupado con el caso de su padre. Mi secuestro trajo algo bueno a fin de cuentas, pues fue un indicio para que se reabriera el caso del robo de dinero que supuestamente llevó a cabo el padre de Noah.

La tía Rachel era la que estaba dando la cara a los medios, ella se colocó como la abogada de los dos "culpables". El CEO de Narcissus estaba en gran desventaja y gracias a mi declaración lograron dar con uno de sus guardaespaldas que había huido en el altercado, ahora estaban negociando con él para que testificara en contra del CEO y así obtener una condena menor.

Habían pasado exactamente tres meses desde aquel incidente, y una semana desde la última vez que vi a Noah. Quedamos de ir a almorzar juntos después de mi turno en el trabajo, por eso no veo la hora de irme de aquí.

—Mirar varias veces el reloj no hará que el tiempo pase más rápido— dice Jeremy con burla.

—Ya quiero irme—hago un puchero y me desplomo con pereza contra el mostrador— ¿Por qué estos últimos cinco minutos parecen eternos?

—¿Te reunirás con ese papanatas? —pregunta.

—Con Noah—afirmo mirándolo con reclamo.

En estos últimos días me he estado planteando con seriedad que yo le gusto a Jeremy y es que su actitud lo dice todo.

—En serio no entiendo que le ves—bufa—, pero supongo que como tu amigo me toca apoyarte.

Agacha la cabeza con lo último y se retira para limpiar las mesas.

Me siento algo apenada por él, pero los sentimientos no son algo que se puedan forzar, eso lo aprendí muy bien y es que Noah llegó de repente a mi vida y sin avisar ya era alguien importante para mí.

—Extraño verte con esa fea botarga.

Salgo de mis pensamientos al escuchar la voz de Noah. Esta parado del otro lado del mostrador con una sonrisa ladina, lleva sus típicos jeans de mezclilla negros, una camisa blanca y sobre esta una chaqueta de mezclilla color verde militar.

—No pienso volver a usar a fresita—digo con desgrado.

—Ella es la responsable de tu inigualable apodo, princesa.

Había olvidado ese pequeño detalle. Desde el hospital, Noah se ha llenado de confianza, ahora es mucho más bromista y sarcástico que antes, pero cargado de una extrema coquetería.

—Espérame, voy a buscar mis cosas—digo para disipar los nervios que me invadieron de golpe.

Corro al pequeño cubículo que tenemos en el local y me cambio lo más rápido que puedo. Salgo a la hora justa para intercambiar mi turno con Irena, quien se limita a darme una pequeña sonrisa de labios cerrados. Nunca he intentado entablar una conversación con ella, siento que sería un tanto incomodo, pues siempre esta callada y solo se limita a hacer su trabajo, es linda, pero muy pocas veces he visto algún tipo de expresión en su cara.

—Irena—la llama Jeremy— ¿Te importaría encargarte de las mesas? Yo checo la caja registradora.

No responde, solo pasa de largo a las mesas, ignorando por completo a mi amigo, quien la mira con extrañez.

—¿Algo paso entre ustedes? —le pregunto.

—No que yo recuerde—frunce el ceño—. Ayer nos encontramos en una fiesta, pero la verdad me embriague tanto que olvide todo.

Casualidad con sabor a FresaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora