Capítulo 13

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El amigo

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Dayana

Si fuera otra ocasión me acercaría sin dudarlo a mi familia, pero ahora no me siento lo suficientemente cómoda para ver su preocupación ante mí.

Intento entrar lo más callada posible, pero Esteban hace acto de presencia.

¿Cómo rayos aparece en los momentos menos indicados?

—¡Dayana llegó!—grita.

Los primeros en acercarse son mamá y Daniel, detrás de ellos está el resto de mi familia.

—Estoy bien, es enserio—hablo antes de que empiecen con su parloteo.

—¿A dónde fuiste?—pregunta Daniel con preocupación. No importa cuánto diga que estoy bien, ellos no lo creerán.

—Sali con un amigo.

—Tú no tienes amigos.

—Claro que sí, está Jeremy y Sasha—señalo con ofensa.

—Dudo que hayas estado con alguno de ellos—me reclama—¿Dónde estabas?

—No tengo que darte explicaciones de todo lo que hago, Daniel.

Bien, ya estoy molesta.

—Solo estamos preocupados, Dayana—interfiere mamá.

—¡Estoy bien!—exclamo moviéndo los brazos con frustración— Si tanto les preocupará me hubieran dicho de ante mano que Simón estaría ahí.

—Solo queríamos protegerte—la tía Peggy se acerca con una expresión de compasión.

—Era poco probable que te toparas con él y no queríamos agobiarte—interfiere la tía Indah.

—Ocultarme algo así no está bien—señalo—. Era mejor que me lo hubieran dicho antes de ir a ese patético evento.

—Dayana...

—No estoy molesta—interrumpo a la tía Rachel—, así que no hagan más grande este asunto. Lo que haga Simón ya no me importa, pero por favor no intenten sobreprotegerme.  Solo me hacen sentir como una niña patética a la cual no creen capaz de poder enfrentar las cosas por su cuenta—sujeto el borde de mi suéter con fuerza. Estoy conteniendome demasiado—. Ya soy una adulta y no puedo depender de ustedes toda la vida.

No miro a nadie y subo a paso lento y calmado hacia mi habitación, no puedo hacer la ridícula escena de salir corriendo mientras lloro. Tengo que demostrarles que ya no me afecta el tema de Simón, soy una chica fuerte, puedo superar estas cosas por mi cuenta.

Minutos después Esteban entra a mi habitación con cautela, mientras me encuentro boca abajo en mi cama.

—Tenias que enfrentarlos—se defiende ante la mirada que le lanzo.

Si él no hubiera gritado todo eso no habria pasado.

—Pues gracias—suelto con sarcasmo.

—Sabes que te amamos, Daya—se sienta en el borde de mi cama—. Queremos lo mejor para ti. El amor nos hace hacer cosas estúpidas y eso no solo aplica para el amor de parejas.

Casualidad con sabor a FresaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora