Capítulo 17

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La cita pt.1

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Noah

En mi defensa pensé que ella se iría después de que pasaran treinta minutos y notará que no llegaría, sin embargo fui por simple curiosidad y tal vez porque el imaginarla ahí sola esperándome me hizo sentir incómodo, tanto así que tuve que dejar de hacer mi último proyecto e ir a ver si seguía ahí.

Todo se calmo después, pero tuve que hablar sobre algo que obviamente ha intentado ocultar a toda costa. Verla ahí, apunto de llorar, con sus ojos rojos y tragando en seco repetidas veces me hizo sentir mal y esa sensación no me agrada. Nunca he sido un tipo empático ni compasivo, sin embargo, al verla de esa forma me hizo querer hacer algo para quitar aquella expresión, pero se fue antes de que pensará bien.

Y ese sensación no se ha ido, por eso estoy aquí, frente a su casa, un domingo a primera hora de la mañana.

—Sigue dormida—me informa Pi, quien me abrió la puerta—. La llamaré, espera aquí. Por cierto, yo soy David.

—Ya lo habías dicho, ¿No?

Que no lo recuerde es un asunto aparte.

—Debido a qué no recuerdas nombres, te recordaré el mío cada que te vea.

—Así que tú eres del tipo insistente.

—Eso dicen—se encoje de hombros y sigue caminando.

Sube las escaleras con mucha calma, no me queda más opción que recargarme en el brazo de un sofá y esperar. Pasan unos cuatro minutos para que ella baje las escaleras, frotando uno de sus ojos con la mano y con el otro ojo cerrado, podría caer, pero llega hasta abajo sin complicaciones. El canino que recogió el día de ayer baja corriendo después de ella.

—¿Qué haces aquí?—pregunta con su voz tenue, para ser sincero esperaba una actitud más chocante.

—Te dije que debías llevar a ese callejero al veterinario—señalo al animal que persigue su cola.

—Lo sé—bosteza—¿Pero qué haces aquí?

—Vine para que lo llevemos juntos.

Su ceño se frunce y mira de un lado a otro sin ningún motivo. Aún esta más dormida que despierta.

—Habias dicho que no—con la diestra trata de acomodar sus cabellos. Sonará estúpido, pero es una acción que la hace ver tierna y es la primera vez que pienso así de alguien.

—No confío mucho en que lo hagas por tu cuenta.

—Pues desde ayer agende una cita—me mira fulminante y después vuelve a bostezar—. Su cita es hasta las once, pensaba dormir hasta más tarde—lanza lo último como reproche.

—Que mal por ti—me burlo—. Vístete, podemos hacer tiempo mientras desayunamos.

—Puedo desayunar aquí—ahora si apareció la actitud chocante que esperaba. Supongo que ya despertó del todo—. Y también puedo llevar a Bizcocho por mi cuenta.

—Oye—tomo su muñeca antes de que se vaya—. Lamento lo de ayer, ¿De acuerdo?

—No suena convincente—se safa de mi agarre y se cruza de brazos—. Dilo otra vez.

Casualidad con sabor a FresaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora