Capítulo 24

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La familia Vega

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Noah

Veo de reojo que alguien toma asiento junto a mí en el comedor, asumo que es Jean, así que continuo con la mirada fija en el libro que estoy leyendo. Pasan unos cuantos minutos en dónde todo es completo silencio y eso me extraña. Jean nunca se acerca sin empezar a parlotear estupideces. Levanto la mirada brevemente y la vuelvo a bajar, sin embargo, la regreso de golpe al caer en cuenta de quién es la persona junto a mí.

La incomparable chica fresa con una chaqueta negra, moderna, pero con un estilo a lo mariachi.

—¿Qué haces aquí?—pregunto con el ceño fruncido.

Su mirada se levanta del libro que estoy leyendo y me enfoca confundida.

—¿Qué?—cuestiona con naturalidad—, lo siento, no escuché. La lectura estaba interesante.

—¿Qué haces aquí?—vuelvo a cuestionar.

—Oh, eso—alarga con una sonrisa—. Te dije que vendría por ti sino aparecías en la dirección que te envié.

Se encoge de hombros, recargandose en el respaldo de la silla.

Ciertamente me envió una dirección, diciéndo que ahí sería la dichosa fiesta que organizó su familia, pero claramente le dije que no iría.

—¿Cómo supiste donde vivo?

—Jean.

Debi suponerlo.

—No iré—decreto regresando a mi lectura—. Largo de aquí.

—¿Por qué la frialdad?—pregunta con tono meloso, lo cual me hace mirarla con extrañeza— Me escapé de casa solo para venir por ti, no puedes rechazarme—sigue con ese tono, mientras se acerca a mi y encadena nuestros brazos—. Vamos, estrambótico.

La miro en silencio, aún así no deja de poner un raro puchero con sus labios, mientras parpadea seguidas veces.

Si otra persona me hiciera eso, probablemente la ignoraria y me encargaría de mostrar mi molestia y desinterés, pero con ella todo es diferente.

—Dejame tomarte una foto y lo consideraré—hablo cerrando el libro.

—¿Una foto?—cuestiona. Se aparta de mi y borra aquella expresión.

—Vuelve a hacer lo de hace un momento—pido.

—¿Qué?

—Ese ridículo puchero.

Tomo mi teléfono de la mesa y coloco la cámara.

—¿Está?—pregunta, volviendo a poner la expresión que quería.

Me apresuro a tomar la foto y después la veo detenidamente.

—Bien—digo bloqueando mi teléfono—. Aún así no iré.

—¡Noah!—reprocha con frustración.

Casualidad con sabor a FresaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora