Capítulo 25

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Fútbol

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Noah

Durante toda la fiesta me quedé a lado de la chica fresa, quién se dedicó a darme a probar los distintos platillos que prepararon.

Ahora entiendo su afán por hacer dieta desde casi un mes antes. De seguro aumentaré de peso con la cantidad de comida que ingerí.

—¡Hey, Sanders!—me llama Glaucopo desde la cancha que tienen a unos cuantos metros— ¡¿Juegas?!

Levanta el balón de fútbol que tiene en manos. Debería negarme, pero inevitablemente quiero quedar bien frente a la familia Vega, así que ya estoy de pie, caminando hacia el grupo de jóvenes entre 17 y 23 años que conforman a la familia.

—Eres de mi equipo—informa ya que estoy cerca—. Serás lateral izquierdo. Noté que eres ambidiestro.

Mierda, ¿Qué tiene que sea ambidiestro? Nunca he jugado fútbol. Puedo defenderme si hago un repaso y análisis de los juegos a los que he asistido, pero no sé cuáles son las posiciones de juego.

—Aqui—me señala bacilo en dónde debo ponerme. Inmediatamente corro a la posición.

Miro a los alrededores y me percato que somos el centro de atención de los demás, quienes se han acercado para ver mejor.

—Admiro tu determinación—dice bacilo—, tratar de jugar algo que desconoces para impresionar a la familia de tu novia es algo que no hace cualquiera.

—De hecho la mayoría intentará impresionar para quedar bien.

—Pero hacen cosas que saben que dominan—aclara con una sonrisa—, cosas en las que destacarán, y tú amigo mío, quedarás en ridículo por no saber dónde va una de las posiciones más conocidas en el futbol—rie entre dientes—. Estás más perdido que la china en el bosque.

—¿Qué?

—Referencia a canción mexicana infantil—dice moviendo su mano, quitándole interés al asunto.

Glaucopo se acerca hacia nosotros, da indicaciones que memorizo en segundos, pero que no sé cómo acatar.

Un silbido se escucha por todo el lugar y es cuando el juego comienza.

Intento mirar con atención hacia donde el balón se mueve, pero eso no sirve de mucho, pues cuando tengo el objeto frente a mí no tengo idea de que hacer. Le doy una patada para dar pase a alguien más, pero alguien del equipo contrario la toma y anota el primer gol del juego.

La risa de bacilo resuena en mis oídos de instante.

—Somos del mismo equipo—le recuerdo con algo de enojo.

Eso hirió un poco me orgullo.

—Si mi risa te irrita deberías ver a tu novia.

Instintivamente busco a la castaña entre los presentes. Ríe tanto que sostiene su estómago con las manos, a su lado está su madre quien le abanica la cara en un afán para que se calme.

—No es mi novia—me regreso a bacilo para aclararle.

—Si, como sea—bufa—. ¡MUÉVETE!

Y nuevamente el balón pasa a mi lado. Otro fácil gol para el equipo contrario.

—Gracias por jugar, cuñado—dice pi entre risas. Él pertenece a el otro equipo—. Yo, David, agradezco tu sacrificio.

—David—repito el nombre como si eso lo fuera a desaparecer. Ese chico es irritante a veces.

Casualidad con sabor a FresaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora