Capitulo 20

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Fresas

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Dayana

El lugar a dónde me llevó Noah estaba más lejos de lo que imaginé, creí que iríamos a un parque o algún café, incluso a una biblioteca, pero nunca pensé que me llevaría fuera de la ciudad, a un invernadero.

—¿Qué es este lugar?—pregunto con las manos en mi estómago. Aún tengo náuseas después de bajar de ese vehículo.

—Creo que es bastante obvio—llega a mi lado—. Es un invernadero de fresas.

—Ya lo sé, genio.

—Entonces ¿Por qué preguntas?

—Me refiero a ¿qué hacemos aquí?

—Es uno de los pocos lugares que me dan tranquilidad—me mira antes de empezar a caminar dentro del invernadero.

Lo sigo por detrás, mirando a los alrededores. Es un lugar muy extenso, quizás tan amplio como mi casa, es bastante lindo.

—Toma—me pasa una canasta junto a unos guantes y un delantal de jardinería—. Escoge las que estén más rojas y que sus hojas sean verde oscuro, si tienen manchas blancas no, esas aún no están maduras. Si hay algunas con las hojas secas las pones aquí—me pasa un pequeño balde—. Ya están pasadas.

—¿Recolectaremos fresas?—cuestiono viendo las cosas que me dió.

—Es más entretenido y relajante de lo que parece—dice.

Se coloca los guantes y el delantal, luego me mira por unos breves segundos.

—Decide—se acerca unos pasos a mi—. Te ayudo a sostener la canasta y el balde o te coloco el delantal y los guantes.

—Sostenme la canasta y el balde—respondo sin dudarlo. Él sonríe mientras toma ambos objetos.

Pronto nos encontramos caminando uno a lado del otro, recolectando las fresas que hay en nuestro lado. Cómo me lo indicó, solo me enfoco en buscar las más rojas y las de hojas secas, las cuales son pocas en realidad, la mayoría ya están maduras. Las fresas se ven tan bonitas que me dan ganas de comerlas, pero Noah me advirtió que no porque aún hay que desinfectarlas.

—La verdad si es entretenido—menciono con una sonrisa.

—Si—lo escucho decir, pues tengo la mirada en las fresas—, te concentras tanto en escoger las correctas que te olvidas del asco de vida que llevas.

Su último comentario me hace volver la mirada a él, lo veo buscando la fruta con una mirada tan tranquila y serena que no parece el chico sarcástico y altivo que es siempre.

—¿Todo está bien?—le pregunto con cautela.

—Supongo que ya sabes lo que pasó, por algo estabas en el bufete—suspira—. Yo no lo hice, eso te lo puedo jurar.

—Lo sé.

—¿Enserio?—me mira con una mirada más burlona.

—Estuviste todo el día conmigo—afirmo.

—¿Qué hay de cuándo fuiste al baño?

Casualidad con sabor a FresaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora