Capítulo 9

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El vestido

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Dayana

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Salgo de la plaza y me soprendo al ver a Daniel en las afueras, apoyado en el capo de su auto, con los brazos cruzados mirando hacia nada en particular.

—¿Qué haces aquí?—pregunto al acercarme.

—Vine a buscarte—se acerca a abrirme la puerta del copiloto—. Me debes una.

—No te pedí que lo hicieras—refuto sin subirme al auto.

—Mamá quería ir a buscarte a tus supuestas clases particulares—tira de mí para que entre de una vez por todas al vehículo—. Tuve que ofrecerme a buscarte para encubrir todo esto.

Cierra la puerta después de hablar para luego rodear el auto e ingresar al piloto.

Sigo sin entender porque él puede tener auto y yo no.

—De acuerdo—me apresuro a colocarme el cinturón de seguridad antes de que arranque—. Te debo una muy grande, pero no abuses.

—Me lo pensaré.

—¿Puedo poner música?—cuestiono aunque poco me importe su respuesta pues ya estoy con la mano en la radio.

—No entiendo porque preguntas si haces lo que se te venga en gana.

Me encojo de hombros y me dejo llevar por la música de la radio, parece ser electrónica, no sé cuál es, pero es bastante pegadiza. Bailo en el asiento y finjo tararear la canción, sin embargo solo quiero olvidar a cierto chico de ojos verdes que me atormenta desde hace unos minutos.

Al llegar a casa subo con rapidez hacia mi habitación, creyendo que podré descansar un buen rato, pero la presencia de mis tías y mi madre me dejan perpleja en el marco de la puerta.

Un maniquí yace en medio de mi habitación con un vestido corto de encaje rosa y detalles dorados, sin mangas, con un escote en "V". Me es imposible no soltar un chillido de emoción al verlo.

—¡¿Es mío?!—doy pequeños saltos de la emoción—. Díganme qué es mío.

—Solo tuyo—responde la tía Peggy con una sonrisa.

—¡Siii!

Me cubro la boca con ambas manos y me acerco más al vestido, examinandolo de cerca.

—¡¡Es hermoso!!—sigo saltando—. Gracias, gracias, gracias.

—Yo misma me encargue de diseñarlo—la tía Indah se coloca detrás de mi con sus manos en mis hombros.

—Es precioso, tía.

—Y eso no es todo—me susurra.

Pronto la tía Rachel se acerca con lo que parece ser una falda lisa, larga color rosa, pronto me percato que es parte del vestido cuando lo desabrocha por un pequeño cincho con pedrería dorada y rosada, y lo pone alrededor de la cintura del maniquí, haciendo de toda la pieza un vestido más largo.

—¡Oh por Dios!

—Cuidado que de tanta emoción se puede orinar—habla la tía Peggy, pero estoy muy concentrada en el vestido como para reírme o seguirle el juego.

Este vestido es realmente hermoso.

—Cierrenle la boca que entra mosca—Sigue bromeando y ahí si me volteo para lanzarle una mirada fulminante, obviamente de broma—. Si ya pasaste del shock es mejor que te dejemos para que descanses, mañana será un día largo.

Casualidad con sabor a FresaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora