Capítulo 36

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Adicción

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Noah

Las manos de Dayana no podían estar quietas para nada. Se quitaba y ponía el anillo que traía, golpeaba sus dedos contra la mesa, cerraba la mano en puño o la abría con exageración.

Creo que su nerviosismo era bastante obvio.

—Creo que lo arruiné—susurra en lo que mi padre fue por algo a la cocina—. No debí mencionar que me tomo el café sin azúcar.

—Nunca mencionaste eso— le recuerdo con una leve sonrisa.

—¿No?

—No— respondo tomando sus manos para con lentitud subirlas a mi rostro y besar sus nudillos—. Mi padre te tiene mucho aprecio desde antes.

—Siento que no le agrade—hace un puchero con sus labios y la idea de comerla a besos me invade por completo.

Me acerco más a ella con la intención de llevar a cabo la acción, pero retrocede con pánico al darse cuenta de lo que quiero. Mira hacia dónde se fue mi padre y regresa a mí con el ceño fruncido.

—¿Estas loco?—me reclama en susurro— Tu padre puede regresar en cualquier momento.

—No me es relevante ahora—vuelvo a acercarme, pero ella repite su anterior acción—. Solo uno—pido con un tono suplicante.

—Después.

—Eres realmente cruel, chica fresa.

Sonríe con más calma y acuna mi rostro con sus mano. Me quedo quieto esperando a que conceda mi petición.

—Te amo, Noah—dice—, pero este no es el momento.

Bufo con apatía y no me queda más que asentir.

—¡Papá!—grito sorprendiendo a Dayana— ¿Puedes apresurarte? Ya quiero irme para poder besar con tranquilidad a mi novia.

Lo que sigue es sentir el golpe de Dayana en mi brazo. Y me gustaría decir que no sentí nada, pero está chica en verdad tiene fuerza.

—Eres un tarado— menciona con enojo.

Creo que hoy es el día en qué más cambios de humor ha tenido mi chica fresa, y todos por mi culpa.

Han pasado casi dos semanas desde que formalizamos nuestra relación y decidí traerla a casa para que conociera a mi padre, aunque ya se conocían de vista no había tenido la oportunidad de traerla a casa desde que mi padre salió de su sentencia.

Dayana estuvo nerviosa desde que le pedí venir a comer, le dije que no se preocupara pues mi padre ha tenido que lidiar con mi yo enamorado, quién no hace más que hablar de ella y elogiarla por cualquier cosa. Muy a parte, él es consiente de lo mucho que ella me ha ayudado y está agradecido por eso.

—Ya voy—dice mi padre, apareciendo de nuevo en nuestro campo de vista—. Estaba buscando esto.

Alza su mano en la cual tiene una caja negra.

Casualidad con sabor a FresaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora