El no-amigo
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Noah—¿Tu polo opuesto?—pregunta con lentitud el hermano de ojos azules.
—Es solo un apodo—se apresura a decir la chica aún con su expresión alarmante—. En realidad me llama de muchas formas, no me tiene un apodo en específico, a veces se burla de mi tamaño, de mis gustos o simplemente por algo que diga, es un tipo extraño ya lo vieron....
—Entendemos, ya cálmate—le corta pi.
Nueva cosa que noto en ella. Tiene la manía de hablar con rapidez cuando está nerviosa.
—Es mi polo opuesto en algunas ocasiones, otras veces es chica fresa o pequeño hominoide—me encojo de hombros—. Algo extraño, pero es la única persona a la que le asigno más de un seudónimo.
Vaya, no me había percatado de eso, usualmente solo establezco uno por persona y no suelen ser apodos tan... ¿Lindos?, Si así se pudiese describir las distintas formas por los que la llamo. No son seudónimos cargados de burla o palabras que la mayoría no reconozca, los de ella son tan comunes y hasta parecen apodos de las ridículas parejitas empalagosas.
Mierda, ya me dió escalofríos.
—¿Entonces solo son amigos?—sigue cuestionando Glaucopo.
—Si—asiente con frenesí su hermana.
—De acuerdo, son diez para las cuatro —informa eumelanina, viendo su teléfono. Parece que quiere terminar con el ambiente que se creó—. No tardan en llegar los demás y si nos ven así de sucios la reprendida no será suficiente.
Todos le dan la razón y poniéndose de pie se retiran del lugar, claro que Glaucopo no se fue sin lanzarme una mirada de advertencia.
—¿Tú eres la mayor o él?—cuestiono a la chica cuando nos quedamos solos.
—Yo—aclara, poniéndose de pie frente a mi—. Ayúdame a hacer la comida—ordena. No espera respuesta de mi parte solo camina hasta la puerta por dónde fue a buscar la botella de agua.
No me queda más opción que seguirla y observar la cocina, bastante moderna con los colores blancos y negro predominado. Tomo asiento en uno de los taburetes de la isla, apoyo mis brazos en la tabla y veo como el pequeño espécimen empieza a sacar cosas del refrigerador.
—Toma un delantal de ahí—señala un pequeño perchero en una las paredes, con varios delantales—. ¿Puedes cortar estás verduras?
—No sé cuál es tu definición de invitado, pero usualmente él no hace. Le sirven.
—Si, bueno, un invitado holgazán y bien acomodado no le agrada a nadie.
—Quien recibe al invitado debe encargarse que esté cómodo, por si no lo sabías.
—Servir para ser servido—me mira con una sonrisa llena de altivez. Sabe que es un muy buen argumento.
—No cabe duda que eres especial—le sonrío y me dirijo hacia el perchero que me indicó. Me encargo de tomar dos delantales.
—Eso sonó muy lindo para venir de ti.
—No lo dije de buena manera—suelto con burla. Me coloco detrás de ella y le coloco el delantal, haciendo que se estremezca levemente.
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Casualidad con sabor a Fresa
Roman pour AdolescentsPortar uno de los apellidos más influyentes del momento no es algo a lo que Dayana se adapte. Pensó que todo sería falsedad a su alrededor hasta que tuvo que derramas su bebida sobre aquel chico. Cliché, por supuesto, pero lo que acontecería con eso...