Dayana
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Al entrar a casa procuro cerrar la puerta con la mayor cautela posible para pasar desapercibida, pero mis esfuerzos son en vano cuando veo a Esteban –mi primo– aparecer con una charola de galletas. Se queda con la mano al aire junto con una galleta que estaba a punto de llevar a su boca.
—Oh, ya estás aquí—sonríe— ¡¡Dayana ya está aquí!!
Y eso basta para que varias cabezas se asomen por la sala.
Doy un pesado suspiro para luego sonreírle falsamente a Esteban quien se acerca a darme un beso en la mejilla y regresar con los demás, me aseguro que nadie me preste la suficiente atención y guardo la gorra que traía en mano en la mochila.
—Buenas tardes, familia—saludo mientras me acerco a los demás. Me encargo de besar la mejilla de cada uno de ellos, desde el más pequeño hasta el más grande.
—¿Cómo te fue?—pregunta mamá, acomodándose mejor en el sofá y mirándome fijamente. Evito mirarla, esa mujer es capaz de succionar hasta mi más oscuro secreto si me mira a los ojos.
—Bastante bien—respondo, quedándome junto a la abuela, la abrazo por la espalda y recargo mi mejilla en su cabeza—. Carolina manda saludos.
—Carolina es la niña rara que habla de insectos siempre, ¿Verdad?—interroga la tía Peggy.
—En efecto.
Asiento y me despego de la abuela para ir con la tía Indah quien tiene su Tablet en la mano, me siento junto a ella y me pongo de mirona a ver su trabajo. El boceto de un vestido rosado con degradado negro es la imagen que se refleja en la pantalla.
—Es hermoso—chillo con emoción al verlo. Amo todos los trabajos de mi tía.
—Lo sé, querida, lo sé—sonríe pavonante y me enfoca para guiñarme un ojo.
—No sienten un olor feo—habla la tía Rachel.
—¿Olor?—pregunta Derek—, ¿Qué olor?—hace un intento demasiado exagerado de aspirar el olor, haciendo que su nariz se frunza y haga un sonido algo irritante.
—Huele como a grasa—responde mi tía Rachel, mientras mira hacia todos lados, como buscando la fuente de ese olor—. Si, es como grasa.
—No, a mierda—interfiere la tía Peggy y todos estallan en risas.
Finjo reír junto a ellos y poco a poco me levanto del sofá para irme hacia mi habitación.
En el camino me topo con Daniel, freno en seco al verlo, deduzco que acaba de ducharse pues su cabello está húmedo y el olor de su perfume es bastante notorio. Me escanea de pies a cabeza, pasa la diestra por sus cabellos y sonríe como el modelo de esos anuncios de pasta dental.
—¿Llevas prisa?—pregunta y yo asiento con la cabeza para hacer el amago de seguir mi camino, pero en un rápido movimiento me deja entre la pared y él.
—¿Qué te pasa, animal?—interrogo con enojo. Él sonríe como el gato de Alicia en el país de las maravillas y eso me alerta.
—No cumpliste tu parte del trato—murmura por lo bajo.
Santo Dios.
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Casualidad con sabor a Fresa
Teen FictionPortar uno de los apellidos más influyentes del momento no es algo a lo que Dayana se adapte. Pensó que todo sería falsedad a su alrededor hasta que tuvo que derramas su bebida sobre aquel chico. Cliché, por supuesto, pero lo que acontecería con eso...