Cᴀᴘɪ́ᴛᴜʟᴏ ₁﹕ Uɴ ɴɪɴ̃ᴏ ᴘᴇʟɪʀʀᴏᴊᴏ

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Obscuridad. 

Eso era lo que tus ojos venían. Todo el tiempo. Todos los días. Solo había luz cuando tenías que comer y tomar agua.

Era una vida horrible.

¿Cómo habías terminando así?

(...)

Entre el sonido tranquilo del agua y el mecer de las hojas de los árboles, había una casa. De paredes gastadas, puertas rotas y madera rota. El jardín estaba hecho un desastre con el pasto descuidado, las plantas subiendo por las paredes exteriores de la casa y los animales diversos habitando el lugar. Nadie creería que alguien habitaba esa casa, es más ni siquiera estaba el conocimiento de que existiera.

Era perfecto.

Al menos para él.

Después de todo lo que sucedió y lo que estaría por suceder, era el lugar ideal.

Las tablas de madera rechinaron cuando caminó hacia la puerta principal. Se acomodó su nueva chaqueta que obtuvo, se colocó las botas negras mientras que unos pasos se escucharon detrás de él.

Se levantó del suelo y miró sobre encima de su hombro a la persona a sus espaldas.

— Yūma, ya me voy al trabajo — anunció el mayor con voz suave. El nombrado asintió con una pequeña sonrisa adornando sus labios.

— Está bien, padre — respondió el pelirrojo, — Que te vaya bien.

— Regresaré mañana en la mañana. Hay comida en el refrigerador y te compré dulces, están en la cajonera de la derecha.

— Muchas gracias, padre. No te preocupes — exclamó, ampliando su sonrisa.

El mayor se quedó unos segundos en silencio al mismo tiempo que se remangaba las mangas de su chaqueta.

— Ya sabes que hacer ¿no? — preguntó, — Respecto a mami.

El pequeño pelirrojo se quedó callado y bajó la cabeza.

— Ah sí...yo tengo que...em — balbuceó, — Tengo que revisar que la cadena siga en su pie y darle la pastilla disuelta en agua.

— Bien. Entonces no tengo de que preocuparme — anunció el mayor terminando de arreglarse. Yūma miró a su padre con preocupación.

— Padre, a mami no le gusta estar en el sótano — comentó con voz temblorosa, — Y tampoco le gusta estar encadenada.

El mayor se giró para ver a su hijo.

— ¿Te dijo eso? ¿Te pidió que le quitaras la cadena? — preguntó algo exaltado.

Yūma bajó la cabeza con la preocupación invadiendo su pequeño corazón.

— Ella solo me dijo que no le gusta y a mí tampoco — añadió el menor.

El hombre de negra caballera suspiró mientras se colocaba de cuclillas frente a su hijo, quien estaba jugando nerviosamente con sus dedos.

— Yūma, mami está en el sótano por una razón — explicó Dabi, — Antes, mami era una heroína y decidió ya no serlo más, pero algunas personas no entendieron eso y la están buscando para separarla de nosotros.

> Sí la desatas, ella se irá muy lejos y nos abandonará. Y nosotros no queremos eso ¿verdad, Yūma?

— No...yo quiero que mami este conmigo — respondió.

— Y lo estará, si tú no le quitas la cadena de los pies ¿de acuerdo?

El pequeño pelirrojo asintió. Dabi pasó su mano por el cabello de su hijo, luego le pellizcó ligeramente la mejilla.

Incluso si no me amas; DabiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora