Cᴀᴘɪᴛᴜʟᴏ ³⁵ : Rᴇᴍᴏʀᴅɪᴍɪᴇɴᴛᴏ.

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El día había llegado.

La segunda guerra entre héroes y villanos había explotado por la traición del infiltrado en la UA.

Te avisaron en la madrugada que era hora de que los villanos se alistaran, que utilizarían un quirk parecido al de Kurogiri para transportarse al encuentro. Tus nervios se pusieron en punta, pero dada tu condición, debías mantenerte serena. No querías que ocurriera otro incidente. 

Dabi no estaba contigo en esos momentos. Supusiste que, al no llevarse a Yuma, eso significaba que por fin había recapacitado, pero toda tu fe se vino abajo cuando dos hombres llegaron a tu habitación y sí, vinieron por Yuma.

Lo despertaron, lo levantaron y lo obligaron a caminar hacia la puerta. Con cuidado, te levantaste de la cama y les suplicaste que por favor no se llevaran a tu hijo. Casi te pones de rodillas, si no fuera porque Yuma interfirió en el asunto.

— Quiero hablar con mi mami — les pidió. 

Los nuevos villanos se vieron entre sí. Uno de ellos dejó salir un suspiro mientras que el otro solo se encogió de hombros. Luego de un par de minutos, ambos salieron de la habitación. Le permitieron al niño tener el momento con su madre.

— Yuma — sollozaste —. Yuma, no.

El rostro angelical de tu hijo se acercó a ti. Sus brazos se enrollaron alrededor de tu estómago abultado y le plantó un beso. Lo tomaste de los hombros con delicadeza, luego te agachaste con cautela, cuidando que tus rodillas cayeran suavemente sobre el suelo. La mirada azulina y bondadosa de Yuma te tranquilizó. Él parecía estar sereno ante la situación, claro, no entendía que esto ya no se trataba de un juego.

De cualquier forma, tomó tu rostro entre sus pequeñas manos y acercó sus labios para darte un tierno beso en la frente.

— No te preocupes, mami — murmuró —. Voy a regresar. Te lo prometo.

Después, esbozó una cálida sonrisa que hizo que tu corazón se derritiera. Las lágrimas de tristeza se resbalaron sobre tus mejillas y negaste con la cabeza. No, no estabas lista, nunca lo estarías. No podías permitir que se fuera así.

— No quiero que te vayas, cielo — dijiste —. No lo permitiré.

— Ya es hora — anunció uno de los hombres. Entró a tu habitación y tomó a Yuma del brazo.

Tú, como su madre, te aferraste a su cuerpo. Hiciste el banal intento porque no se fuera de tu lado, pero evidentemente no funcionó. Yuma salió de la habitación con tranquilidad mientras que tu corazón se rompía de dolor por tu niño. 

Te levantaste del suelo para tratar de seguirlos, pero él otro hombre te cerró la puerta en la cara antes de siquiera pudieras decirle algo más. Comenzaste a gritar con desespero el nombre de tu bebé al mismo tiempo que golpeabas el metal frío de la puerta. 

Podías percibir la sensación de tu corazón siendo atravesado por millones de alfileres puntiagudos. Era un dolor más fuerte, más intenso de los que habías experimentado antes. El sentimiento de pérdida era horroroso y más, teniendo en cuenta que se trataba de un hijo, un hijo vivo, de carne y hueso, al que pariste y velaste por su salud durante tanto tiempo. 

Te dejaste caer sobre el suelo sin prudencia. Te abrazaste a ti misma, tratando de calmarte, pero lejos de hacerte sentir mejor, estabas entrando en un espiral de ansiedad que se volvía más intenso a cada segundo que pasaba. Tus llantos resonaron por las paredes de tu cuarto, eran audibles para toda persona que pasara por el pasillo. Incluso fue oíble para Yuma. 

Su corazón de niño también tembló de dolor por su madre, sin embargo, él regresaría con ella. Esperaba que fuera pronto. No le gustaba ver triste a su mami.

Incluso si no me amas; DabiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora