Cᴀᴘɪᴛᴜʟᴏ ³¹: Bᴇʙᴇ́

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Bajo la inconsciencia, las personas sueñan o tienen varios escenarios imaginarios bastante extraños. El primero, el más nítido que tuviste fue uno dónde Touya no moría, lograba sobrevivir del fuego que lo carcomió y regresaba a casa para hacer las cosas bien.

Te buscaba para enmendar las cosas de la forma más sana posible y luego cada uno seguía su propio camino.

Claro que eso hubiera estado bien.

Habría sido un sueño perfecto y tranquilo si no fuera porque tuviste otro más.

El segundo sueño que tuviste involucraba a la oscuridad. Era como miles de flashbacks unidos en una gran cinta de video. Habían manos, sangre, estómagos abultados, el llanto desconsolado y desgarrador de una mujer, el sonido de un bebé llorando, dolor, ardor, incertidumbre y pérdida.

Los sentimientos de pena y dolor fueron lo más horrible que experimentaste ante aquel sueño. Se veía tan real. El recuerdo de un embarazo indeseado y doloroso era tan latente.

Como si hubiera sido ayer.

Los gritos y los llantos que salieron de ti esa noche.

El dolor que sentiste al parir a un hijo, el rostro de tu bebé y la sensación de repulsión que tuviste en primer plano al verlo por primera vez.

Los recuerdos traumáticos que bloqueaste los primeros años de vida de tu único hijo. El llanto desgarrador de Yuma con un año de nacido mientras estaba en el suelo y tú propia carga emocional que te llevó a negar tus propias memorias.

El rostro tranquilo de tu hijo de tres años fue el recuerdo menos escabroso, pero se corto abruptamente para mostrarte sobre una cama de hospital.

Estabas tendida, incapaz de poder mover alguna extremidad. Tu panza estaba hinchada y podías sentir como algo pateaba desde el interior. Un bebé.

En cierto punto, tu estómago comenzó a hincharse cada vez más y más hasta que explotó en miles de pedazos.

Tenías pedazos de piel colgando de tu cuerpo, la sangre brotaba con abundancia y manchaba toda la cama. Tus tripas y tus órganos estaban completamente expuestos a la luz de la bombilla. De aquel agujero que poseías  en medio, emergió un bebé.

Se movía por si sólo. Tenía la piel manchada con sangre, cebo y restos de placenta. Sus ojos eran cuencas vacías y oscuras. No habían ojos en ellas.

El bebé deforme empezó a escalar por tu cuerpo en dirección a tu cabeza mientras te gritaba “¡Tú querías ser madre!” en repetidas ocasiones.

Negaste con la cabeza al mismo tiempo que llorabas desconsoladamente.

Tu corazón comenzó a latir con fuerza, incluso pensaste que se te saldría. Sin embargo, antes de que el bebé horrendo se te acercará, la luz de la bombilla explotó.

El sonido desesperado de tu respiración era tu única compañía acompañado de la sensación de incertidumbre. Una luz cegadora apareció por consiguiente. La sonrisa de un Touya jóven cargando entre sus brazos a Yuma fue el último destello de sueño que acarició tu mente.

Despertaste sobresaltada. Tu respiración estaba desigual, tu pecho bajaba y subía constantemente mientras las gotas de sudor deslizaban por todo tu cuerpo. Estaba muy presente la sensación de pánico y preocupación.

Por un momento, pensaste que habías entrado a otra pesadilla.

Que pena que se trate de tu realidad.

Lo primero que sentiste fue que tu cuerpo sudoroso se sentía muy pesado y que estabas sobre una cama provisional. Seguías algo mareada, incluso llegaste a pensar que te habían drogado, pero conocías bien los efectos y no te dolía la cabeza, así que descartaste esa idea.

Tus ojos divagaron levemente sobre la habitación. Era una especie de enfermería que los secuaces de All for One ayudaron a construir para que su recipiente se mejorará de la batalla que tuvo recientemente. Había una gran variedad de equipo médico y no pudiste estar medianamente sorprendida.

— ¿Mami? — la dulce voz de Yuma activó tus sentidos y giraste tu cabeza con lentitud para verlo.

Estaba a lado de ti, con las manos sobre la cama y su mirada de preocupación te hacía palpitar el corazón con tristeza.

Traía algunas manchas de mugre, polvo y rozaduras. Al parecer siguió entrenando mientras seguías inconsciente.

— ¿Qué…sucedió? — preguntaste, tratando de hablar bien. Tu lengua seguía algo dormida.

La mirada triste de Yuma te hacía sentir intranquila. Algo malo había sucedido.

— Bueno, padre y tú pelearon — empezó a hablar —. Y luego te quedaste dormida.

Tu cuerpo comenzó a reaccionar de poco a poco. No se refería a que te habías quedado dormida, te desmayaste. Sí, lo recordabas.

— ¿Y… solo fue eso? — seguiste preguntando, porque sabías que por un simple desmayo, no se te dormía completamente el cuerpo.

— Unos médicos vinieron a revisarte — siguió hablando —. Le dijeron a padre que tenías algo, algo muy malo, tan malo que lo hizo enojar.

— ¿Y sabes que es, Yuma?

Tu hijo se quedó callado unos minutos antes de acercar su mano a la tuya. Sus pequeños dedos mugrosos acariciaron con cuidado y cariño el dorso de tu mano.

— Tendré un nuevo hermanito.

El sonido de su voz hizo un enorme eco. El mundo se detuvo por un instante. Tu corazón se detuvo y la sangre dejó de subir por todo tu cuerpo. Te pusiste pálida, fría, muerta de miedo. Un nudo se te formó en la garganta mientras que la desesperación y el horror se volvía dueño de tu frágil cuerpo. Las lágrimas comenzaron a salir, sin ninguna preocupación. Tu ser tembló, tus manos tiritaban de miedo, ni siquiera eras capaz de mantener tu cuerpo quieto.

Incluso si no me amas; DabiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora