La mañana de Navidad fue deprimente. Harry trató de dormir hasta tarde, pero Hedwig seguía chocando contra su ventana. Finalmente, se levantó y la dejó entrar.
Abrir sus regalos no era tan divertido sin nadie con quien hablar de ellos. Tenía el habitual jersey nuevo de la señora Weasley, y tarjetas de Quidditch coleccionables de Ron, incluyendo un juego completo para un equipo, aunque no los Chudley Cannons -Harry sospechaba que eso requeriría que Ron obtuviera dos juegos completos, ya que no quería regalar el primero. Su mejor regalo fue el de Hermione. Era una brújula esférica que se podía ajustar para apuntar a cualquier cosa. Harry la colocó en su cama, sólo para pasearse y ver cómo funcionaba.
Al final de la cena de Navidad, Dumbledore pidió a todos los alumnos de sexto y séptimo año que se quedaran. Eso dejaba a Linda de Gryffindor, tres de los Ravenclaw, Malfoy, Crabbe, Goyle y Harry. Harry se encontró mirando a Malfoy, que lo ignoró.
-Ahora-, dijo Dumbledore, -todavía estás en el colegio, pero son las vacaciones y creo que es necesario un poco más de libertad. Todos tienen mi permiso para viajar a Hogsmeade, como quieras, durante el día-. Alguien se animó. Harry sonrió. -Al atardecer, todos debéis estar de vuelta en el castillo. ¿Está claro?-.
Todos asintieron. Varias personas, Harry incluido, murmuraron su seguridad.
-Muy bien. Feliz Navidad, y disfruten de las vacaciones-. Mientras los alumnos se daban la vuelta para marcharse, Dumbledore añadió:
-¿Harry? ¿Podrías quedarte un momento, por favor?-.
Más tarde, esa misma noche, Harry bajó a la Cámara de los Secretos. Fue extraño, pensó, mientras avanzaba por los túneles ahora despejados. De algún modo, había conseguido convertir la pesadilla en un lugar por el que pasaba. No estaba seguro de si Malfoy se molestaría por ello, esta noche, pero el Slytherin ya estaba allí, chupando caramelos y jugando con una nube en miniatura, llena de relámpagos, que flotaba entre sus manos y enviaba destellos de luz brillante y azulada a su pálido rostro.
-Feliz Navidad-, dijo Harry.
-Y a ti mismo-, devolvió Malfoy distraídamente. -¿Qué te han regalado? Mis padres me enviaron esta luz de tormenta, y pasteles, y un libro de pociones debilitadoras, y todo tipo de cosas, y mi tía me dio caramelos y chocolate, como siempre-.
-La señora Weasley me regaló un jersey-, contestó Harry, -como siempre, y Hermione me regaló una especie de brújula mágica que puedes hechizar para apuntar a una cosa determinada, Ron me regaló un juego de cartas de Quidditch completo para un equipo, con algunas de otros tres, y mi padrino me envió un libro sobre animagos. Fred y George enviaron una bolsa con sus nuevos inventos; no estoy seguro de querer tocarlos, todavía. Quizás si me aburro mucho-.
-¿Y los muggles?-.
Harry sonrió débilmente. -Pelusa de secadora. Sinceramente, no sé por qué se molestan. Hace dos años, era un simple palillo-.
-Es una especie de hechizo-, dijo Malfoy distraídamente, con su atención todavía en la nube. -Eso servirá para el ritual-.
-Malfoy- dijo. -Son muggles-.
Malfoy frunció el ceño y levantó la vista. El rayo le dio una pequeña descarga. Con una maldición desactivó la nube, que se convirtió en una pequeña bola gris, y chupó por un momento el costado de la mano herida. Con la mano que sostenía la bola, hizo un gesto a Harry para que tomara el caramelo. Vacilante, Harry cogió un trozo. Esperaba que no hubiera sido adulterado con alguna poción debilitante.
-¿Y qué quería decirte Dumbledore?- preguntó Malfoy. Harry sospechaba que esta pregunta, y el querer mostrar su nuevo juguete, era la razón por la que Malfoy se había molestado en bajar. Se preguntó si Malfoy tenía envidia, o si esperaba que Harry se hubiera metido en problemas.
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SNAKES AND LIONS
FanfictionCuando Ron y Hermione se juntan, solo se notan el uno al otro. Una pesadilla hace que Harry regrese solo a la Cámara de los Secretos vacía y lo lleva a una nueva mirada a un viejo enemigo. Harry disfruta de la compañía, pero con Bellatrix Lestrange...