Capítulo 48: The Quiri Project

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Durante todas las clases de la tarde, Harry se preocupó por volver a ver a los Quiris. Tal vez debería haber sugerido que empezaran más tarde... sabía lo aterradores que serían. En su preocupación, el cojín que transfiguró de una roca estaba cubierto de rostros lascivos y colmilludos que habrían sido bastante impresionantes si lo hubiera pretendido. Peor aún, uno de ellos mordió a la profesora McGonagall cuando intentó examinarlo.

Acabó quedándose después de la clase para explicarle que había sido un accidente, pero eso sólo hizo que ella pasara de estar enfadada a estar preocupada, y aún así le hizo llegar cinco minutos tarde. Se apresuró por los pasillos, temiendo que para cuando llegara al aula de Defensa Contra las Artes Oscuras, Draco ya hubiera terminado de avanzar su idea a Horsyr. En cambio, Draco estaba de pie en el pasillo con cara de aburrimiento mientras el profesor Horsyr hablaba con dos alumnos de tercer año de Slytherin. Era evidente que los alumnos más jóvenes tenían problemas para entender la diferencia entre deseo y consentimiento o voluntad.

Harry podía entender la dificultad -él y Draco habían discutido esto entre ellos mientras estudiaban para un ensayo de defensa en enero, pero su progreso había ido en algo más parecido a una espiral que a una línea. La comprensión no ayudaba. Después de tres minutos de espera, perdió la paciencia.

-¿Puedo probar, profesor?-, preguntó.

El lo miró con curiosidad, pero asintió. -Por favor, hágalo, señor Potter-.

Harry se volvió hacia los alumnos, que parecían un poco nerviosos. -Ahora imaginen-, dijo, -que dos alumnos más jóvenes se comportan como malditos imbéciles irritantes, y me encantaría verlos convertidos en ranas. ¿Es esa, entonces, mi voluntad?-.

Los de tercer año se miraron nerviosos.

-Bueno, sí-, dijo uno.

-No, no lo es-, gruñó Harry. -Es mi deseo. Si fuera mi voluntad, sacaría mi varita y lo haría. Como mi deseo está sujeto a mi voluntad, no consiento en hacerlo, y tú no eres verde y saltarín. ¿Está claro?-.

-Pero si te lanzo Imperio...- chilló el más valiente de tercer año. Draco resopló con desprecio. Harry se rió.

-Nadie, imbécil, me ha controlado nunca con la Maldición Imperio. Voldemort no podría hacerlo-.

Los de tercer año se estremecieron al oír el nombre, y Draco se adelantó. -Relájate, Seymour... Harry no muerde... mucho-. Giró ligeramente la cabeza hacia Harry. -Creo que Seymour estaba a punto de entrar en la discusión sobre cómo podrías aceptar más fácilmente ser controlado por alguien que quería que los convirtieras en ranas-.

-Ciertamente-, dijo Harry. Repetir los puntos álgidos de viejas discusiones se le antojaba algo así como estar en una obra de teatro. -Mi voluntad es más fuerte cuando está de acuerdo con mis deseos. Así que sí, sería más fácil, igual que sería más fácil impedirme correr cuesta arriba que impedirme correr cuesta abajo. Eso no hace que mi acción sea menos distinta del terreno-.

Draco sonrió, sin duda recordando aquella analogía de cuando la habían ideado, e hizo gestos de espantar a los de tercer año. -Váyanse, ahora. Ya has tenido tus respuestas, dos veces. Vengan a hablar conmigo más tarde, si necesitan una tercera ronda-.

Los de tercer año no corrieron del todo, pero no tardaron en irse. Harry reprimió el impulso de sacar su varita y jugar con ella mientras se retiraban. Una vez que estuvieron en el pasillo, el profesor Horsyr agitó su varita en la puerta, y ésta se cerró y echó el pestillo con un clic audible.

-Entonces-, dijo. -Aquí están dos de mis alumnos más ambiguos... ¿de qué quieren hablar?-.

Harry y Draco se miraron nerviosos.

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