Capítulo 27: The Potions Master

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-¿Profesor?- preguntó Harry tentativamente, en el laboratorio de pociones del martes por la noche. Snape respondió simplemente fijando su mirada en Harry. Harry se obligó a continuar, haciendo lo posible por sonar casualmente curioso. -¿Se puede usar la maldición Imperius con una serpiente, señor?-.

Snape se quedó mirando. Draco se concentró en su trabajo. Harry movió uno de sus cuencos de cristal, y el ligero "tingk" del cristal sobre la piedra resonó en el silencio.

Los ojos de Snape se entrecerraron. -Se puede usar la Maldición Imperius en cualquier cosa, señor Potter-.

-¿Pero qué tan bien funcionaría en una serpiente? Si alguien le lanzara Imperius y luego le diera otra orden, ¿qué pasaría?-.

-Ah-, dijo Snape, con bastante ligereza, -¿quieres decir que si uno resulta ser un Parsel, podría superar la Maldición Imperius sobre una serpiente?- Se movió mientras hablaba, y su postura y expresión se volvieron menos severas, para que coincidieran mejor con su tono despreocupado. -Sinceramente, señor Potter, no tengo ni idea. Los parsel son raros y, como graduado de Hogwarts, no tengo una sólida comprensión teórica de las Artes Oscuras-.

Harry se contuvo de preguntar por los conocimientos prácticos de Snape sobre las Artes Oscuras. Se suponía que él no debía saber nada de eso. En su lugar, asintió. -Entiendo, señor-. Volvió a sacarle pelos a su pelaje. -¿Sería ilegal que lo probara?-, continuó. -Suelo encontrar víboras. ¿Practicar una maldición imperdonable en un animal cuenta? Nos lo enseñaron con una araña-. Harry no pudo evitar pensar que había sido un mago muy oscuro el que les había enseñado esa maldición sobre una araña.

Los ojos de Snape se estrecharon de nuevo.

-No sería ilegal practicar la Maldición Imperius en un animal-, concedió. Su voz se volvió mucho más dura. -Sin embargo, sería practicar Artes Oscuras, algo que Hogwarts en general, y el profesor Dumbledore en particular, no ven con buenos ojos-.

Harry bajó la mirada a su trabajo y asintió. -Sí, señor-, susurró. Esperó el comentario habitual de Draco sobre su cara que se ponía -roja de Gryffindor-, pero Draco no dijo nada hasta mucho más tarde, cuando tuvieron que discutir las adiciones de ingredientes.

A las 9:20, Snape les dijo que empezaran a limpiar, y diez minutos después, estaba empujando a Draco Malfoy hacia la puerta. Draco se cruzó con Hermione en el pasillo exterior. Estaba de espaldas a ellos, y si dijo algo, no fue audible, pero Harry pudo ver claramente la mirada de Hermione.

-Ah, señorita Granger-, dijo el profesor Snape sedosamente, antes de que Hermione hubiera llegado a la puerta. Snape se paró para bloquear la puerta y puso una mano en el hombro de Harry. Sus dedos se clavaron ligeramente. -El señor Potter y yo tenemos un asunto urgente que discutir. Vuelva a su dormitorio. Yo mismo le acompañaré de vuelta, después de nuestra conferencia-.

Hermione miró interrogativamente a Harry. Harry hizo todo lo posible para que no se le notara el terror en la cara. Asintió sutilmente. 

-Podría esperar...- Hermione se ofreció vacilante.

-Eso no será necesario, señorita Granger-.

Hielo, pensó Harry. Hielo negro. Volvió a asentir, de forma más evidente, a Hermione y le dijo -vete-. Ella parecía descontenta.

-Sí, profesor-, dijo, y regresó por donde había venido. Rápidamente, Snape arrastró a Harry al interior y cerró la puerta.

-Por aquí-, dijo. Se dirigió al frente del laboratorio y se sentó detrás de su escritorio. En un momento sacó su varita y apuntó a la puerta, sobre la que realizó un encantamiento de cierre y otro de silenciamiento. Una vez hecho esto, se acomodó en su silla y apoyó los dedos en el escritorio que tenía delante. Observó a Harry en silencio durante un momento. Harry esperó.

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