Capítulo 52: Goals

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Harry salió al día siguiente, pero no hasta la noche. Durante la tarde, oyó bastante actividad desde el otro lado de su biombo.

-¿Qué está pasando?-, le preguntó a Madame Pomfrey, la siguiente vez que se detuvo junto a su cama. -¿Hubo un ataque?-.

Ella olfateó con desaprobación. -Si quieres saberlo, pregunta a tus amigos-.

Eso fue todo lo que dijo. Cuando finalmente lo dejó salir, Hermione y Ron lo estaban esperando.

-Dumbledore pensó que no debías bajar a cenar solo-, explicó Ron, mientras salían juntos de la habitación. -No hasta que recuperes el equilibrio-, enmendó apresuradamente.

-Estaré bien-, dijo Harry automáticamente. Ante la mirada de enfado de Hermione, añadió -mañana-.

Hermione suspiró. -Puede que no sepas quién te ha perseguido, Harry, pero varias personas parecen creer que sí. He visto más ojos negros hoy que en todo el año pasado-.

-Unas cuantas represalias-, elaboró Ron, con evidente satisfacción. -No estuve en ninguna, pero algunos se jactaron con los amigos equivocados, diría yo. La casa está más enfadada con ellos que contigo, ahora, excepto algunos de los muggles-.

Hermione hizo una mueca. -Sí que parece ser un problema para más gente criada fuera de la sociedad de magos, pero no es como si...-

-Sí-, le aseguró Harry. -No voy a hacer suposiciones-.

La cena fue incómoda, pero no tan mala como Harry había esperado. Unas cuantas personas hicieron el esfuerzo de pararse a hablar con él. A excepción de Ryan, uno de los bateadores de Gryffindor, Harry sospechó que sólo le mostraban su apoyo. Ryan quería realmente saber si podría jugar a tiempo para el partido.

-Madame Pomfrey dice que debería poder volar mañana. Aunque se equivoque, debería estar bien para el sábado-.

Cuando Ryan se hubo marchado, Harry se volvió, desconcertado, hacia Ron. -¿Entiendes eso? Era una de las personas a las que más molestaba Draco cuando sólo éramos amigos-.

Ron se encogió de hombros. -¿Que Draco rechazara a Quien Tú Sabes, tal vez? Quiero decir, todo el mundo lo sabe. Salió en El Profeta-.

-O tal vez piense que ahora tienes una mejor excusa-, sugirió Seamus con picardía. Dean, más allá de la mesa, hizo una mueca, pero no dijo nada.

Puede que el diagnóstico de Madame Pomfrey fuera correcto en cuanto a la seguridad, pero la habilidad era una cuestión más compleja. Cuando Harry fue a practicar esa tarde, estaba lo suficientemente bien como para volar -(podía controlar la escoba y mantener el equilibrio)-, pero era incapaz de girar tan bruscamente hacia la izquierda como esperaba. Tenía que alejar el problema de la atención de Draco, ya que no dudaba de que éste se aprovecharía descaradamente de cualquier debilidad que descubriera. El viernes, el equipo practicó después de las clases, y Harry se sintió aliviado al comprobar que la tirantez casi había desaparecido. La clasificación de las casas estaba muy reñida, este año.

En la cena, no vio a Draco en la mesa de Slytherin. Harry frunció el ceño. Eso era extraño. A diferencia de él, Draco nunca mostraba nerviosismo antes de los partidos... o, al menos, se esforzaba por no hacerlo. Debería estar con sus compañeros de equipo, acicalándose y mostrando una fachada de confianza, y sólo su palidez lo delataría.

Así que después de la cena, Harry se dirigió a las mazmorras, a un lugar en el que sólo había estado una vez. Los pasillos, poco iluminados, estaban casi desiertos, y confió sus preocupaciones a Susara mientras cruzaba la maraña de caminos desconocidos, buscando un arco tallado en particular. Al tocarlo, las piedras de su interior se deshicieron, revelando una puerta de aspecto convencional con una aldaba de gárgola burlona. La gárgola echó un vistazo a su corbata del colegio y le dijo que no se molestara. Harry disfrutó mucho golpeando sus alas de murciélago contra la placa de latón.

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