Tomó un abrigo limpio y seco. Caminó hasta la salida de su habitación y se detuvo antes de abrir la puerta.Estaba dándose cuenta de que estaba olvidando su rostro. Si luna no le hubiera mostrado la fotografía, su mente lentamente iría olvidando su rostro.
En las pesadillas, el la veía. Pero el rostro de ella estaba borroso.
Tenía sus ojos clavados en su mente. Pero lo demás se había desvanecido.
La fotografía de ella en ese libro era antigua, ella había adelgazado considerablemente cuando las especulaciones contra ella comenzaron.
Quería torturarse a sí mismo por comenzar a olvidar su rostro.
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Amelia corrió entre los estudiantes hasta la oficina de McGonagall.
Abrió la puerta y miro fijamente a cada estudiante de Slytherin que estaba allí.
-Supongo que sabes lo que hicieron amb-
-¡Lo se! yo...Lo se, -Dijo jadeando y tomando aire fuertemente. -Yo me encargo...
Les hizo una seña y los llevo hasta afuera.
-¿Es enserio?
-Queríamos probar las bromas de los Weasley. - Respondió uno rascándose la cabeza.
-Y el profesor Longbottom era la mejor opción.
-Yo...Ustedes... Solo vayan a la sala común, las clases de hoy se...suspenderán. -Murmuró olfateando el aire. -¿Quien dejó explotar su perfume en todo el castillo? Esperen... ¿Alguien está partiendo manzanas?
-Profesora, no es perfume, ni manzanas, Los hufflepuff de sexto año están practicando amortentia.
Ellos la dejaron sola en el corredor.
Olía familiarmente bien.
Incontrolable ente de sonrojo.
Se apresuró en llegar a su habitación y tomó una capa para salir al bosque prohibido.
Ella había tenido un recuerdo borroso de algún lugar que la hacía feliz y en su recuerdo, Draco estaba junto a ella.
Era el lugar donde había despertado. Donde se suponía que su cuerpo descansaba bajo tierra.
Quizás, si observaba de cerca, podría encontrar algo relacionado con Draco Malfoy.
Camino a través de los árboles, buscando con la mirada atenta.
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Draco salió por la puerta de su habitación y caminó por el corredor. Había guardado los frascos con insectos en una caja.
Astoria lo detuvo en la puerta.
-¿Vas a ver a tu novia muerta otra vez?
Él suspiró con fuerza y no respondió.
-Seria bueno que enviáramos elfos a su tumba para desenterrar su cuerpo y usarlo como decoración en nuestra boda. -Ella sonrió. -Si sus huesos aún están, claramente.
-Supongo que esta grandiosa idea no se te ocurrió a ti, es demasiado para tu cerebro repleto de ropa y dinero.
—El le sonrió con frialdad, -Pero no podremos usarla, ni si quiera sus huesos. Te quitaría toda la atención en tu propia boda. Y no queremos opacarte... ¿Cierto Tori?El desapareció entre los jardines y ella gritó, -¡Si te vas ahora, cuando vuelvas no habrá nada de ella en tu habitación! ¡Todo estará quemado!
El se congeló.
Ella se acercó peligrosamente a su rostro. -Soy tu prometida. Te quedarás aquí y sonreirás cuando lleguen los invitados, al menos, finge que me tienes aprecio.
Algo dentro de él le decía que fuera, que hoy sería diferente, que algo lo estaba esperando allá. Pero decidió quedarse.
-Ya están aquí.- murmuró ella volteándose a ver cómo decenas de personas se aparecían en la otra entrada de la mansión.
El tiro la caja al suelo y con frialdad la tomó entre sus brazos como si fueran recién casados y la llevó hasta la entrada.
-¿Quieres que finja? Bien, lo estoy haciendo. - El la beso cuando entraron.
La dejó en el suelo y las personas sonrieron con ternura. Había disfrazado su frialdad con amabilidad y ternura.
Un excelente mentiroso.
El le beso la frente, le tomó la mano y sonrió. —Te amo Astoria. -El le acuñó el rostro entre sus manos. —No se como de niños pude llegar a odiarte, si ahora te amo. Nadie es como tú. Nadie jamás será como tú.
Ella abrió los ojos con sorpresa cuando le tomó la mano y sintió el anillo de compromiso en su dedo.
La guió hasta un sofá y dejó que ella se recostara sobre su pecho mientras él le acariciaba el cabello.
La gente los veía de reojo y sonreían con ternura.
Un pensamiento repentino.
El sintió que, quizás, solo quizás, debería dejar de fingir.
•••
Amelia sintió la sangre de su espalda enfriarse y luego sintió como si la hubieran apuñalado tres veces en el pecho.
Se quedó abatida de pie apoyada en un árbol y suspiró con fuerza.
Corrió hasta el castillo y se acurrucó en la esquina de su habitación. Sintió tristeza sin saber el por qué y respiró.
Cerró los ojos y exhalo con suavidad.
Ella lloro.
Estaba confundida. Sentía el dolor en su pecho como si su corazón hubiera sido arrancado y partido a la mitad.
Pero no sabía el por qué.
Su respiración tarareó y jugó con el dobladillo de su camisa.
—Tengo que encontrarte, tengo que recordarte. No me importa si me odias, solo quiero saber quien era lo único que tenía antes de la guerra.—