Cuarenta y tres

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El caballo se movía increíblemente rápido por el aire, más rápido que un thestral joven, más rápido de lo que Amelia pensó que podría ir cualquier ser vivo.

Draco la agarró con fuerza y lanzaba diagnósticos cada minuto.

El caballo aterrizó Justo en el campo abierto.

Amelia apretó la mano de Draco mientras el caballo se detenía lentamente a medio galope.

—Draco..Draco, creo que ya llegamos. Realmente no recuerdo demasiado sobre el lugar exacto...

El levantó la cabeza lentamente y se deslizó hasta el suelo. Frunció el ceño y miró hacia todos lados. Amelia levito y se quedó sentada en la hierba, se sentía demasiado agotada para mover un dedo.

El cielo estaba nublado con densas nubes grises y algunas blancas brillantes. Había neblina y la punta de la nariz de Amelia se tornó roja por la brisa gélida.

Draco se acercó a el caballo, le dio palmaditas en el cuello y le dio una zanahoria. Luego se arrodilló junto a Amelia. Ella estaba tan pálida y su expresión estaba aturdida y nerviosa mientras lo miraba.

Se obligó a sonreír levemente.

—¿Estas bien?

—Y-Yo, si, estoy bien.

La comisura de su boca se arqueó  hacia arriba y su mano se deslizó hasta abajo para entrelazarla con la de ella. Avanzaron hasta una gruesa capa de niebla y Draco extendió su otra mano, juntando la palma con la capa de niebla y se luego despejó considerablemente.

Estaban en un prado, No había árboles, habían colinas que parecían infinitas y demasiado césped, el campo se cortaba en un acantilado y desde allí empezaba una gran cantidad de arena y luego estaba el océano.

La casa era más pequeña que la mansión pero seguía siendo grande y elegante. Habían bastantes ventanas y un poco más lejos había un establo.

Amelia no podía creer como había hecho todo en sólo tres días.

Subieron grandes escalones de piedra con musgo. Entraron a la casa y de inmediato se sintió acogedora.

No habían demasiados muebles ni cortinas.

La luz tenue entraba por las ventanas e iluminó un poco la que parecía ser la sala principal.

Draco se quedó mirando las protecciones y Amelia estudió todo.

Eran libres.

Eran realmente libres.

Debían esconderse por un tiempo, pero, aparentemente, eran libres.

Ya no había necesidad de elegir la vida de uno sobre la de el otro.

Amelia rebusco en su bolso y con su varita llamó a un trozo de pergamino.

Las promesas.

Ahora, estaban intactas.

Relucientes.

El miedo por Draco y el asesinato que había cometido el le comía una parte de él cerebro.

Estarían bien. Estarían bien. Estarían bien.

Ella usaría magia de sangre y reforzaría las barreras. Haría cualquier cosa por un poco de seguridad adicional.

—Por allí es...

—¿Nuestra habitación?— murmuró sonriendo levemente Amelia

—Si

La habitación eran realmente enorme. En una esquina había un librero que llegaba hasta él techo repleto de libros sobre defensa contra las artes oscuras. La cama era muy grande y había un escritorio largo.

Habían dos mesitas de noche y una gran ventana con vista al mar.

Un baño grande con un espejo plateado.

La casa tenía más habitaciones simples.

Amelia estaba asimilándolo todo.

Enamorarse. Noviazgo. Logros. Casarse. Hijos. Envejecer juntos.

Los ojos de Amelia brillaron lentamente mientras miraba todo. Draco estaba de pie en la puerta.

—¿Todo esto es tuyo, Draco?

—Es nuestro.

Amelia no sabía manejar la libertad y la felicidad al mismo tiempo.

En Hogwarts fue feliz, pero estaba Voldemort y una guerra.

Luego estuvo libre, pero no era feliz.

—Hay un traslador para que no abandones tus clases en Hogwarts...Tus alumnos...Me odiarían aún más.

Hubo un leve silencio.

Viento. Césped chocando contra su compañero de al lado y las olas de el mar.

Eran...libres.

Escondidos por precaución, pero libres.

Amelia quería explotar.

Sintió un leve mareo y Draco la tomó por los hombros.

Draco siempre viene por ti. Siempre está ahí.

Lili, vamos Lili...respira por mi. Estamos a salvo. No hay nada en nuestra contra.

—Pero...tu... lo mataste...pueden haber cargos contra ti...yo t-te necesito. Yo podría...hacer algo para-

Presionó su frente contra la de ella. —No. yo también te necesito. Aquí estaremos bien. No hay guerra ni un matrimonio arreglado. Lili...

Ella se dejó llevar en los brazos de él y Draco le acarició el cabello.

—Café y libros. Juntos. ¿Lo recuerdas?—murmuro Draco tomándola de la mano muy fuerte.

—Y-yo... Si, lo recuerdo. Draco...yo no...no puedo si no estás tú. Vendería mi alma por ti.

El río mientras la abrazaba más fuerte. Fue la primera risa aparentemente sincera.

Después de la muerte de Amelia, el Draco frío y mortal que nunca fue cuando fue mortifago salió y se estableció fuertemente en sí mismo.

Y Amelia lo había suavizado levemente en el Draco que alguna vez conoció.

—Debes descansar ahora. Los elfos de tu hogar ahora estarán aquí... Ellos insistieron...

Draco se sentó a su lado y ella se acurruco junto a él.

—Hay grandes cantidades de galletas Weasley aquí...— Murmuró y Amelia frunció el ceño con curiosidad. —La señora Weasl...Molly. Molly y yo ya no nos odiamos demasiado. Ella me abasteció con galletas y pastel de manzana para ti.

—¿Le dijiste Molly?

—Ella me lo ordenó.

Amelia sonrió y se acurruco en la cama y cerró los ojos.

Draco estará contigo. Son felices. Libres. Él estará contigo. No se irá.

La sensación de debilidad desapareció gradualmente en su mayor parte. Ahora podía tomar un libro y su varita sin temblar y ya no estaba demasiado pálida.

Avances tenía ataques de ansiedad.

Draco la ayudó. Le mantuvo la mente ocupada.

Los ojos plateados de Draco la vigilaban constantemente.

El la estaba cuidando, como si estuviera esperando una recaída.

Aveces tenía miedo de tocarla. Abrazarla demasiado fuerte o besarla sin previo aviso.

Eran libres.

Estaban juntos.

Darling Malfoy ; Parte DosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora