Y aquí está, nuestra última noche con vida. Y mientras la tierra corre al suelo... Oh chica, eres tú.
-
Enero de 1999
Draco todavía tenía una leve esperanza para escapar. Pero, la ocultó debajo de su alma y aceptó el día que estaba por delante.
El aire frío y el viento constante de la mañana le revolvieron el cabello mientras miraba por la ventana.
No sabía por qué le dolía tanto, él siempre lo supo.
Su corazón, quizás conscientemente, terminó de resguardarse en una fría y gruesa capa de hielo.
Le palpitaba la cabeza.
Hora tras hora.
La sensación de caída libre de repente hizo que el estómago de Draco se revolviera. Hubo una sensación.
Quizás fue instinto.
Pero no le hizo caso.
Draco apretó su mano mientras veía lo feliz que estaba su padre.
Levantó la cabeza lentamente, se giró sobre sus talones y abrió el cajón de su escritorio.
Sacó la pequeña foto de Amelia y la guardo en el bolsillo interior de su traje, Justo tocando el área de su corazón.
La Amelia de esa foto, era la Lili que lo había amado.
Hubo un estallido y un elfo doméstico diminuto apareció delante de él.
Draco lo miró fijamente y finalmente accedió con una mueca.
Era el elfo que había contratado Narcissa para arreglarlo para la ceremonia.
Él miró al cielo de la mañana. El día estaría nublado densamente.
Un momento después, Draco se dio cuenta de que faltaba una hora.
El día paso frente a sus ojos como una leve ráfaga de viento.
La comisura de su boca se arqueó hacia arriba y su mano se deslizó hasta la otra y jugueteó con el anillo de plata en su dedo.
Había sido rechazado. Por primera vez.
Ni si quiera se molesto en enfadarse. Su ego se había quedado con el Draco al que amo Amelia.
Amelia. Astoria. Amelia. Astoria y Astoria.
Por siempre; Astoria.
Aprendería a amarla. Buscaría la forma de al menos, ser buenos amigos.
Estaba atardeciendo. Vio como una de los jardines más grandes de la finca estaba decorado de blanco y rojo.
Se veía bonito, si. Pero no era lo que soñaba.
Nada lo era. Era demasiado joven para estar casado con alguien que no era Lili.
Lili, Lili se había ido. Ahora, había una joven en alguna parte de el mundo saliendo con alguien que se llamaba Amelia Le Blanc.
Que él alguna vez conoció.
No había mansión fría y estéril. No hay sensación de magia oscura en las paredes y suelo. Sin Voldemort. Sin Lili.
Con el corazón en la garganta, mientras asimilaba todo, con el puño de su traje frotó sus ojos.
Era demasiado para ser verdad. Era un sueño. Faltaba poco para despertar.
Despertar y ver a Lili a su lado en la cama, medió abrazada a él.
Besos de buenos días y de buenas noches.
Baños en el mar.
Caminatas largas.
Café y libros.
Agarró su varita con fuerza.
Su pulso se aceleraba y casi podía oír el ruido de la sangre en sus odios. El calor y la seguridad se desvanecían y estaba entrando en pánico.
Se estaba rompiendo.
El solo-
Siempre estuvo preparado. Pero vivirlo se sintió diferente.
Sacudió la cabeza y se acomodó el cabello hacia atrás.
No era nervios de felicidad.
No estaba feliz.
Era la sensación de un corazón roto.
Su garganta se apretó. Se apoyó en el borde de su escritorio y el mundo iluminado por el sol nadó en su visión mientras parpadeaba rápidamente.
Ignoro su dolor de cabeza y siguió luchando por respirar.
Pasó varios minutos llorando.
Sus pupilas grises resaltaban en sus ojos enrojecidos.
Su estómago comenzó a retorcerse y hacerse un nudo hasta que pensó que podría estar enfermo. Aparto los ojos y respiró.
Respiró entrecortadamente y volvió a apartar la mirada.
Ya estaba llegando gente.
Su corazón...
Su corazón latía dolorosamente contra sus costillas.
Astoria probablemente estaba follandose a Graham en alguna habitación y él estaba llorando por un corazón roto.
Necesitaba mantener la calma. Incluye todo y concéntrate.
El no podía entrar en pánico.
El no podía entrar en pánico...Necesitaba...se iba a casar.
Sus pulmones comenzaron a arder.
Se sintió como si lo estuvieran estrangulando.
Se obligó a respirar. Su piel estaba dolorosamente fría.
Algo malo va a pasar.
Esto no está bien.
Su cabello le había caído sobre la cara. Era como si estuviera en un sueño.
Quería contener la respiración y hacer que el momento acabara.
El la amaba. Y ella no a él. Fue así de simple.