Veintinueve.

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Astoria y Graham lo habían hablado. Sabían que alguien había escuchado el plan. Pero lo ignoraron. Los elfos eran inútiles. No podían desobedecerle a ella.

Graham la empujó a través de él traslador otra vez.

Hubo un largo silencio, Amelia comenzó a estimar durante el día que tan rapido podría llegar a Francia para no decirle nada a Draco.

Pero si ella lo hacía, lo matarían.

—¿Profesora está bien?

—Y-Yo... Si, lo estoy, ya saben, tengo miles de cosas en la cabeza.

Ella siguió haciendo su día. Teniendo ataques de pánico. Queriendo desmayarse.

¿Por que te acostumbraste a que Draco te salve?

El no puede hacer nada. Él es el que está en riesgo.

Siempre es mejor una viuda joven, rica, pura y aparentemente triste.

La garganta de Amelia se cerró y se estremeció cuando sus clases se acabaron.

Draco ya vendría.

Mañana sería su boda.

Podían escapar. Pero no lo haría.

Draco te amo. Draco te amo. Realmente lo hago. Te amo.

Pero no puedo.

La luz de la luna se extendió por todo el castillo. Ella decidió ir a su lugar en el bosque.

Él sabía que ella estaría allí.

Lo espero. Quería vomitar.

Ella fingió no saber que él estaba allí. Llevo un libro y simplemente se sentó mirando las letras de las hojas.

Sin leerlas.

No podía leer. No podía concentrarse.

Se quedó sentando sobre el césped, usó otro encantamiento para embellecer su cuello y ocultar las marcas de Montague y lo vio aparecer delante de ella.

Se veía, completamente nervioso, abatido, asustado.

Sus ojos rogaban.

Escapa conmigo, lili, escapa conmigo.

Draco estaba de pie, camino hacia ella hasta que estuvo a casi metro y medio de distancia.

De repente pareció inseguro. Como si ya no supiera cómo interactuar con ella. Sus manos se abrieron y se cerraron mientras dudaba y apartaba la mirada de ella.

El dolor entre ellos se había reafirmado, golpeándolos como un maremoto. Le dolía mirarlo, desearlo, amarlo, necesitarlo como si fuera oxígeno, pero no sabían que existía entre ellos ahora.

Era la madrugada de el día Martes. En la tarde de ese mismo día, él estaría en un altar con Astoria.

Ella debía conseguir que hiciera eso.

Draco la miró con expresión en blanco, y su corazón comenzó a latir dolorosamente en su pecho.

—Necesito decirlo—, dijo después de estudiarla por un segundo más, torciendo la boca en la esquina.
—Necesito decirlo, estoy preparado para ambas opciones.

—No lo digas...

El se congeló.

Ella tragó, apretándose la garganta. Dio un solo paso hacia el.

—Te amo. Por siempre y para siempre. Y la respuesta que digas ahora, no influirá en lo que siento. Nunca, nunca nadie podrá ocupar tu lugar, nadie es como tu. Nadie jamás será como tú.

Darling Malfoy ; Parte DosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora