FINALES DE MAYO DE 2003
La magia central de el núcleo de el bebé podría ayudar a Amelia.
Ese hecho no consoló a Draco.
Estaban recostados en la cama y ella estaba intentado buscar una posición en donde fuera más difícil para el bebé acomodarse entre sus costillas.
Ella presionó la parte superior de su estómago y hubo un repentino aleteo contra sus dedos.
Draco estaba mirando la ventana visiblemente nervioso y tenso.
Ella envolvió sus dedos alrededor de su mano.
—Draco...
El la miro instantáneamente. Sus ojos plateados estaban atentos llenos de la adoración posesiva y desesperada.
—Tienes que dejar de tenerle...miedo a ella. No le hiciste daño y a mi tampoco.
El la miro sin comprender. A medida que el parto fue acercándose, él se volvió más frío aún.
Los ojos de Draco ahora, eran algo ilegible.
—No sabemos cómo van a ser las cosas...El día de el parto, si algo me pasa...Necesito saber que al menos ella es importante para ti.
Draco, saca la daga, déjame ir, es inútil.
—Basta. N-No hagas esto. No Insinúes...no lo hagas. Y-Yo...solo no lo hagas...no te dejes estar antes de que las cosas sucedan.
La voz de Draco se quebró.
—Prométemelo.
—Lo prometo.— ella asintió.
El se recostó a su lado. Dejando escapar algunas lágrimas. Le dio la espalda a Amelia.
Debía hacer un plan. No podía arriesgarse.
Un plan para ahora y el futuro.
A la mañana siguiente. Amelia no quiso despegarse de su almohada.
—Y-yo... debo ir a revisar las barreras. ¿Quieres venir?
Amelia se sintió tan enorme como un sofá, casi ocho meses de embarazo le dieron ganas de vomitar y dormir. Pero Draco la sacó de la cama y la convenció de que saliera de todos modos.
—Hace frío...me duele la espalda— dijo malhumorada mientras se cubría con una de las mantas de la cama.
Extrañaba a sus amigos. Les escribía cartas, pero no los veía de cerca y con su apariencia desde hacía bastante tiempo.
—Puedo llevarte en mis brazos.
Ella resopló. —No. vas a quebrar tu espalda. Peso demasiado ahora.
—Puedo llevarte rodando si quieres.— dijo con una sonrisa.
Sus ojos se agrandaron con indignación. —Eres terrible, Malfoy.
—¿Volvimos a los apellidos?— El río—Hace unos meses me obligaste a decirte y hacerte esto cada vez que te sintieras más de tres veces mal en la semana.
—Estoy segura que mencione sobre no despertarme cuando al fin ella estuviera dormida. Interrumpiste mi "siesta"
—Trate de esperarte. Pero fue interminable.
Caminaron por la arena. Draco le prohibió meterse al agua. La abrigo con un abrigo de el. La ropa de Draco era considerablemente más grande que la de ella. Ahora, la ropa de él era casi la única que le quedaba cómoda.
—Con suerte no heredará tu terquedad.— dijo Amelia y Draco le apretó la mano fuertemente.
Se positivo. Ella no se irá. Estarán bien los tres