Enojo

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No era la primera vez que tenía que hacerlo, se repitió.

Después de un baño y de ponerse ropa lo suficiente cómoda para salir, Albedo se encontraba en su dilema de cada semana, bajar al pueblo a comprar vivieres. Una o dos botellas de vino barato, cigarrillos, algo de comida decente y artículos de uso personal.

El pueblo era bonito de cierta manera, pintoresco, con una catedral antigua a cargo de una muy amable enfermera y diaconisa de nombre Bárbara, un bar donde podías acariciar gatos, entre algunas otras tiendas, los pocos habitantes lo conocían y sabían quién era Albedo.

Para ellos era alguien amable pero siempre se la pasaba encerrado, a veces escuchaban música o gritos desde su casa, pero nadie era la suficientemente temeroso para preguntar más, ni siquiera Bárbara o Bennett el más amigable del pueblo.

-buenos días señor Albedo- saludo Bárbara,

-buen día señorita Bárbara- regreso el saludó y apresuro un poco más el paso tratando de no hacer más conversación. Compro sus víveres y salió, el temblor de sus manos aumentaba conforme seguía entre la gente, con una gorra trato de cubrirse más, pero era obvio que lo observaban, ellos sabia que era malvado, seguramente murmurando que había provocado la muerte a su maestra y la madre de una pequeña niña, por no ser prudente.

Casi corriendo se alejó del pueblo, con la mirada desorbitada y el pulso irregular, cada parte de su cuerpo fallaba, sus pies no coordinaban y sus manos sudaban, tropezó con un árbol, respirando grandes bocanadas de aire se llevo la mano a su bolsillo, una dosis más, trago la pastilla sin agua, poco a poco su cuerpo se relajó, pero no podía moverse.

-¿se encuentra bien?- abrió los ojos de golpe, era Bennett en compañía de un joven de cabello gris, albedo apretó los puños y se obligó a hablar

-tropecé, pero estoy bien- mentiroso, trato de levantarse, sus pies fallaron de nuevo

-deja ayudar- Bennett ofreció su mano y Albedo al fin se puso de pie, Razor, el chico de cabello gris le paso sus cosas después de juntarlas amablemente.

-gracias, el suelo es resbaladizo- se excusó tomando sus cosas mientras sentía como la pastilla hacia milagros en su sistema.

-tenga más cuidado y no dude en pedirnos ayuda si lo necesita- sonrió Bennet y Albedo trato de sonreír mientras caminaba de manera lenta, un tanto errática.

Seguramente notaron lo raro que estaba, seguro ya sabían que se drogaba, pero, la medicación era necesaria, no era una droga, la necesitaba, si tomaba una dosis o dos más, era porque lo requería, no era adicto.

Se dejo caer sobre la pila de dibujos que tenia en la mesa de la cocina, mientras observaba cada uno de ellos, era retratos en su mayoría, de su maestra, de Klee, Sacarosa y Alice, todos sonrientes, pero había algunos otros, bocetos hechos rayones de colore rojizos sin formas, algunos parecían gritar y otros pesadillas narradas cuadro a cuadro.

"todos lo saben", "eres un asesino", "debiste detenerte cuando supiste que era más de lo que podías manejar", "deberías estar muerto", "¡mírate!", "eres un adicto", "un sucio y asqueroso adicto"

-¡no lo soy!- el grito perforo cada centímetro de la casa, los dibujos y pinturas volaron por toda la cocina, había ira, odio, dolor escondidos en los ojos de Albedo

"repugnante", "dejaste huérfana a una niña", "sufrirá tanto sin padres", "será tan repulsiva como tú". "heriste a Sacarosa", "¡mírate!"

-¡fue una accidente!- los vidrios de algunos platos lanzados al azar se esparcieron por todo el piso,

-¡yo no hice nada!- el grito de dolor se repetía una y otra vez y Albedo no podía más, solo comenzó a golpear las paredes hasta que callo inconsciente.


Beautiful MadnessDonde viven las historias. Descúbrelo ahora