Voces

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Habían pasado ya seis meses desde que Albedo se mudó a los bosques fríos de espina dragón, los síntomas de depresión se han agravado, la ansiedad y la paranoia ahora van de la mano. pero Albedo se niega a aceptarlo, cada día abusa más de las pastillas, incluso mezclándolas con alcohol para que el efecto fuera aun mayor, pero seguía repitiendo.

-Sacarosa estoy bien- insistía ante la bocina del teléfono

-hace un mes no voy de visita, espero reclamar una semana de vacaciones, pídeme lo que quieras, con gusto lo conseguiré- menciono la dulce voz al teléfono, Albedo se pasó una mano por su rostro, tan pálido con la nieve.

-no, no necesito nada, está muy bien aquí- mentiroso se dijo a sí mismo, mientras se peinaba su cabello cenizo en una coleta

-¿libros?, por lo menos déjame llevarte algunos y lienzos- insistió

-está bien, pero nada demasiado costoso- rodo sus ojos y noto las ojeras bajo ellos, lucían bien

-no es nada, espero poder verte pronto, todos, te echan de menos- Albedo no lo creyó, solo se puso de pie para mirarse en el espejo, sacarosa estallaría de preocupación si lo viera, en la misma pijama desde hace una semana, descuidado y ligeramente mareado, con olor a cigarrillo y cerveza barata.

-espero, volver pronto- mentiroso, sacarosa sonrió a través de la llamada

-vale, cuídate- y colgó.

-lo intentare por hoy- se dijo a sí mismo y corrió las cortinas, el aire frio y húmedo entro a su habitación, refrescando su rostro, a lo lejos las pequeñas casas de sus vecinos. Corrió las cortinas de nuevo, el corazón le palpito tan rápido que el sudor frio bajo por la espalda, solo pudo tomar una dosis más de pastillas con un café sin azúcar.

Se quedo tirado en su sillón, todo se sentía bien de nuevo, su cuerpo se sintió liviano y sonrió, mirando sus manos, tenía las uñas largas y le precio maravilloso, era increíble que su piel fuera limpia de bello o parecería también un oso, sin embargo, seguía como la fría porcelana.

"mentiroso" seguía esa voz profunda "patético" como murmullos. "eres una escoria", "¡mírate!", "das asco".

Albedo solo se acuno más en el sofá, tapando sus oídos con sus manos, sabía que incluso así, la voz continuaría gritándole, lloro hasta que la siguiente dosis llego, esta vez el doble que la anterior.

Y la música sonó, en el viejo reproductor y solo bailo sosteniendo un cojín, dando vueltas, tan apresurado como su corazón, se hizo consciente de su propio cuerpo, como si la sangre fuera hielo y lo recorriera mostrándole cada vena, desde la punta de sus pies hasta su cabello y bailo mientras reía, en su mente solo la neblina.

Cuando despertó estaba en el pórtico, tirado y con los pies tan fríos como su rostro, miro las estrellas entre las nubes y el viento sacudió los árboles.

-hoy fue un buen día- sonrió "lo fue mi niño" de nuevo sintió como algo se rompía dentro de él, incluso en ese memento se quedó sin lágrimas, otro vacío se apodero, llego mientras entraba a la comodidad de su cabaña.

Cuanto tiempo más podría soportar, antes de morir por sobredosis, él no era tonto, era un químico brillante, un investigador nato, sabía lo que hacía y aun así, quería más, fumo un cigarrillo mientras pausaba la música que aun sonaba.

Nadie debería verlo en tal estado, era mejor desaparecer, se dijo mientras apagaba el cigarrillo en su antebrazo desnudo.

Beautiful MadnessDonde viven las historias. Descúbrelo ahora