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La habitación estaba completamente a oscuras, excepto por el débil resplandor azul que se filtraba desde la ventana. Las sábanas enredadas, húmedas por el sudor y la culpa. El pecho de Hyunjin se apoyaba contra la espalda de Seungmin, sus brazos lo rodeaban como si al apretar más fuerte pudiera sellar el mundo afuera. Como si el tiempo pudiera detenerse.

—Te ves triste otra vez —susurró Hyunjin, su aliento tibio contra su nuca.

Seungmin cerró los ojos.
Mentir era más fácil en la oscuridad.

—Estoy bien —respondió.

Pero no lo estaba. Nunca lo estaba después de que Hyunjin se iba sin despedirse, cuando se escabullía en la madrugada con el móvil apagado y una excusa en la lengua. Seungmin nunca preguntaba a dónde iba, ni por qué no podía quedarse. No porque no quisiera saberlo... sino porque temía la respuesta.

Porque amar a Hyunjin había sido como bailar en la punta de un cuchillo.
Hermoso. Peligroso. Sangriento.

Lo conocía por completo: el sabor de su boca, el ritmo exacto de su respiración cuando lo abrazaba dormido, la forma en que decía "lo siento" sin decirlo nunca.
Pero había cosas que Seungmin no conocía.

Como los mensajes que Hyunjin respondía a escondidas.
Las llamadas que atendía desde el baño.
El perfume dulce que no era el suyo impregnado en su ropa.
Las marcas en su piel que no coincidían con las que Seungmin dejaba.

Una tarde, se vieron en una cabaña lejos de todo.
Habían hecho el amor con urgencia, con rabia, con esa desesperación de quienes saben que no deberían pero igual lo hacen.

Después, Hyunjin se vistió en silencio. Miraba el móvil de reojo, la mandíbula apretada.
Seungmin lo observó desde la cama, abrazándose las piernas.

—¿Por qué siempre te vas tan rápido?

Hyunjin lo miró. Por un segundo, solo uno, pareció a punto de decir la verdad. Pero la enterró con una sonrisa rota.

—Sabes cómo es esto.

Seungmin sintió cómo el estómago se le comprimía. Sí, sabía. O creía saber.

—¿Estoy haciendo algo mal? —preguntó en voz baja, sin poder evitar que la inseguridad se le escapara por la garganta.

Hyunjin frunció el ceño, se agachó y le besó la frente.

—No digas eso. Tú eres lo único que me hace sentir vivo.

Pero no respondió a su pregunta.

Esa noche, mientras Hyunjin dormía en su casa, en una cama compartida con otra, Seungmin se quedó despierto frente al mar, repasando cada beso, cada mirada, cada silencio que antes había pasado por alto.

Y entonces lo vio.
Una foto.
Un post antiguo.
El apellido repetido.
El anillo brillante en la mano de ella.

Hwang Yeji.

La pareja perfecta, una alfa bella.
La esposa.
La que tenía todo lo que a él solo le daban a escondidas.

Seungmin sintió como si lo hubieran vaciado por dentro.
Como si todo ese amor que había defendido, que había protegido, no fuera más que un espejismo bajo la luz de la luna.

Y sin embargo... no podía odiarlo.

Porque lo amaba.
Y eso era lo más triste.

"Bésame fuerte antes de irte."

Lo decía cada vez, porque ahora sabía que Hyunjin siempre se iría.

Y Seungmin, aunque lo rompiera, siempre le abriría la puerta.

SUMMERTIME SADNESSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora