A paso lentos, con las manos entrelazadas y cubiertos con la manta que la chica había usado la noche anterior para cubrirse del frio viento, Blake y Aixa caminaban de regreso a la casa grande, era alrededor de medio día, y el verde pasto se pintaba de escarcha blanca, ocultando las pequeñas flores silvestres que nacían a principios de la estación de invierno.
La sonrisa en el rostro de ambos denotaba la gran satisfacción que habían obtenido la noche anterior, esa mañana la habían dedicado a hablar y aclarar cosas que no pudieron concluir la noche anterior, por el arrebato de pasión que habían tenido.
Las mejillas de Aixa estaban furiosamente rojas, llevaba el cabello revuelto, a pesar de que paso sus dedos infinidad de veces por este dejando una liga deteniéndolo, su maquillaje un tanto corrido pero aun así Blake le informo que se veía hermosa al despertar.
Y después de un "mañanero" como lo llaman los amantes del sexo, decidieron retomar el camino hacia la casa grande, donde seguro todos se preguntarían en donde estaban metidos.
—Estoy nerviosa— expresó Aixa, apegándose más al cuerpo de Blake, ocultando su cabeza en el costado del chico.
Lo envidiaba el chico olía increíble y se miraba radiante a pesar de no haber dormido mucho la noche anterior.
—Todo estará bien ¿quieres que hable con... tu padre?
—¿E-Estas aseguró?
—Claro, solo si tú así lo quieres.
Aixa suspiró, pensando por un momento.
Estaba segura que su papa jamás le negaría algo como que se relacionara con ese hombre, pues el señor Joseph ya había aceptado al caballeroso hombre desde el día que lo conoció como un futuro pretendiente de su hija.
—Entonces, si— sonrió abrazándose mas al brazo que le rodeaba por la cintura —pero recuerda que me quedaré una temporada acá en Australia.
—No importa, te esperare...— se inclinó y beso los cálidos y dulces labios de su chica.
Continuaron caminando por el sendero de rosas y piedras que aún se mantenía en la entrada de la casa, las luces que pendían del techo y los arbustos, ya no brillante como la noche anterior.
Entrar por la cocina no era una buena opción, seguro estaría llena con tantas cosas que esperaban por ser lavadas en las pilas de los trasteros y los que se encargarían de ello estarían atareados fregando cochambre. Sin mencionar que tal vez estaban a punto de servir la comida.
Blake como todo caballero abrió la puerta dedicándole una sonrisa con ojos brillosos cuando Aixa entro, la casa estaba sumida en un sepulcral silencio, ni siquiera los niños se observaban jugando afuera en la nieve. Con los adultos era entendible, la resaca que tendrían no se discutía, pero, ¿y los niños?
—Crees que aun estén durmiendo.
—Ah esta hora.
Blake se encogió de hombros. Entraron a la casa encontrando ya todo en su lugar reluciente de limpio al igual que los pisos y superficies planas de las mesas y demás muebles de la estancia.
Caminaron hacia la cocina en específico donde estaba el comedor, y se sorprendieron al ver a todos ahí en la mesa, esperando por la comida que se les serviría, dejaron de hacer sus movimientos para centrarse en los recién llegados, solo dos espacios siendo libres reservados para los únicos faltantes que eran ellos.
—¡Vaya!— empezó Alain de manera burlona —tal parece que alguien sí que se divirtió ¿verdad enana?— las miradas estaban posadas en ellos que aún se mantenían tomados de la mano y boquiabiertos mirando a todos, Aixa estaba nerviosa, le sudaban las manos y su estómago se contraía, por la extraña sensación de ser descubiertos.
—Vamos déjalos en paz, hijo— espeto el padre de Aixa. Hiso un movimiento con su mano señalando los asientos vacíos, su cara contraída de manera recia, seria y molesta. Pero antes de que llevaran la comida estallo en carcajadas... todos asombrados y sin entender la reacción del señor de la casa le miraron expectante, con una mueca de confusión en sus rostros.
—Vamos quita esa cara princesa... todo está bien— dijo con una sonrisa que cambió radicalmente cuando apretó su rostro volviéndolo serio —pero quiero hablar con ustedes dos jovencitos.
Ambos asistieron tomando sus respectivos asientos, de vez en cuando Aixa y Blake se dedicaban miradas cargadas de corazones y besos imaginarios que provocaban las muecas del hermano de Aixa, por otro lado Naila no dejaba de suspirar, feliz por su hermano, una parte de la familia no estaba contenta con lo que estaba pasando con su sobrina favorita, pero la opinión que más importaba en la mesa era la de los padres de Aixa y sus abuelos; y ellos parecían igual de contentos que los de Blake, sin mencionar a los pequeños hijos de Blake que no dejaban de dar brinquitos de felicidad en sus lugares.
Terminada la comida, una vez la mesa fue recogida y que todos se hubieran levantado y tomado rumbos distintos, Aixa y Blake eran los últimos en ella, estaban nervioso por lo que les diría el señor Lawhorn, en especial Blake.
Se puso de pie estirando su mano para que Aixa la tomara y poder ayudarla a salir.
Con pasos indecisos caminaron hasta llegar al despacho. A su izquierda rumbo a las escaleras vieron al hermano de Aixa no perdiendo la oportunidad para engatusar a la hija de los Hernandez, quienes eran dueños de una cadena de productos del mar en México.
De dieron una mirada antes de que Aixa tocara la puerta y abriera después de escuchar el permiso para que entraran.
El señor Lawhorn tenía un puro a medio camino de su boca y una copa de coñac en su mano derecha. Ese día decidió vestirse informal, con un delgado suéter blanco y unos jeans entallados, Joseph era un hombre apuesto, a los ojos de cualquier mujer soñadora de imposibles. Les dedico una sonrisa a ambos muchachos dándoles la confianza para que entraran totalmente a la oficina.
—Le prometo que trabajare duro señor para que a Aixa no le falte nunca nada, lo juro— se aproximó a decir. No había sido su intención hablar antes de escuchar lo que el señor tenía que decirles. Pero estaba tan nervioso que hablo sin pensar.
Aixa le dio un apretón en la mano que mantenían unida. Paso su mano por el hombro frotando dándole valentía para que esperara.
Joseph le dedico una sonrisa ladeada invitándolos a tomar asientos en las sillas de cuero frente al escritorio donde él ya tomaba su lugar en su silla corrediza.
—No necesitas jurarme nada muchacho, sé que así será. Aunque también sé que mi princesa jamás te exigirá, a nosotros nunca nos pedido algo... así que solo espero que la ames mucho y que me la cuides...— se inclinó hacia delante susurrando las últimas palabras. Blake se asustó tensándose en el acto cuando las palmas de las manos del señor Lawhorn golpearon la madera del escritorio, ambos chicos se sobresaltaron. Aixa sonreía ya se esperaba esa reacción en su padre, ya la había visto cuando Beng se presentó como el novio de su hermana mayor. —solo debes recordar que soy propietario de una «escopeta»... y por mi hija soy capaz de usarla, sin importar que seas el mismísimo rey de Inglaterra. ¿Comprendes mis palabras cierto? También eres padre.
Blake trago duro, tosiendo al final, pero asintió de igual manera, el daría hasta su vida por sus hijos.
—¡Papaaa!— se quejó la chica. —lo asustas.
—Bien, ya pueden retirarse— soltó una carcajada cuando los chicos salieron de la oficina. Amaba hacer sufrir a los pretendientes de sus hijas. —Solo espero no usarte— dijo viendo oculta la pistola de balines que tenía para la temporada de patos.
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進む SUSUMU © ✔️
RomanceSUSUMU del japonés (ir hacia adelante... en español Seguir adelante) Blake jamas imagino que sufriría el dolor de la perdida de un ser amado tan rápido, siendo ahora un viudo con dos hijos que tendrá que salir adelante a pesar de todas las circuns...