CAPITULO 8

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La mañana había amanecido fresca y con residuos de la nevada anterior, Aixa se acurruco más en las mantas felpudas y calientitas, hundiéndose entre la fortaleza de almohadas que la rodeaban, tenía una mala costumbre al dormir, desde que era pequeña su mamá la había acostumbrado a dormir de tal manera —estarás más protegida de esta manera, mi princesa— le decía después de arroparla y besarle la frente, mientras le ponía infinidad de almohadas alrededor de la cama.

Apuño los ojos negándose a abrirlos y ver el amanecer de un nuevo día, encogió los pies pegándolos al pecho —solo un par de minutos más— rogo, negándose a siquiera quitarse la cobija que le cubría los ojos. Ni el sonido de la puerta abriéndose y el correr de las cortinas azules la hicieron salir de su escondite.

—Creí que llegarías tarde, nana— se quejó. Bajo un poco la cobija apenas y vislumbrando a su nana amarrar las cortinas con un lazo del mismo color azul.

—Ya es tarde, niña.

—¿Enserio? ¿Qué horas son?— pregunto Aixa con voz adormilada, se tallo los ojos saliendo de entre las cobijas. Su cabello hecho un tierno nido de pájaro, con sus finas hebras negras y grises cruzando su rostro de lado a lado.

—Pasadas las once de la mañana.

—¡QUE!— grito alterada —dime que no has hecho las compras— un mohín se formó en sus labios.

Rene la nana tomo asiento en el borde de la cama, tirando hacia abajo las suaves colchas con las que su niña se había vuelto a cubrir.

—Tranquila niña— le sonrió pasándole los dedos por la maraña de cabello —aún no he ido... recordé que la última vez me rogaste para que te dejara ir, y...

—Mamá te pidió que me acompañaras, ¿cierto?— Rene sólo asintió con una risa apenada que decoraba sus arrugados labios, Aixa conocía muy bien a su madre, y sabia lo protectora que era con su pequeña princesa como era que la llamaba Tessa.

—Mamá no cree que pueda cuidarme sola, ¿cierto?— vio cómo su nana se encogió de hombros.

—Eres su bebé, solo no quiere que te pase nada malo— suspirando derrotada no le quedo de otra más que aceptar su realidad, su madre nunca dejaría que ella anduviera sola por la vida... tal vez por eso insistía en que consiguiese novio e incluso se casara.

—Me daré una ducha rápida y nos vamos, vale.

—Tomate tu tiempo. Estaré preparándote algo ligero.

—Panqueques y malteada de fresa y chocolate— respondió Aixa cuan niña chiquita con su esplendorosa sonrisa de oreja a oreja.

—De acuerdo.

Mientras René preparaba el desayuno Aixa buscaba un conjunto cómodo para ponerse, lo puso sobre la cama y corrió a la ducha quitándose prenda por prenda una vez estuvo dentro del baño.

Encendió la bocina en forma de nube pegada en la ducha y al instante comenzó a sonar la nueva canción de Sam Smith, how do you slep. Abrió los grifos de la regadera para moderar el agua caliente y una vez tuvo la temperatura que deseaba entro pegando leves grititos mientras brincaba y cantaba las ultimas estrofas de la canción.

Lavo su cabellera usando un shampoo matizador de larga duración para sus mechas, enjuago su cuerpo y pelo para seguido salir y envolverse en un Albornoz que aguardaba colgado en una percha.

El cuarto estaba inundado en ese rico aroma que los panqueques recién hechos desprendían, sonrió imaginando el gran plato que su nana tendría frente a la mesa en el lugar habitual que solía usar, abrocho el cierre del short negro con encajes, y se metió la blusa de tiras blanca por la cabeza, camino al espejo completo que estaba dentro del armario mientras se secaba el cabello con una pequeña toalla. Sonrió desprendiendo de uno de los ganchos de ropa un jersey beige que tenía un enorme corazón en medio repleto de purpurina dorada.

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