Capitulo 12

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Se negaba a salir de la cama, pero algo alrededor de su cintura lo estaba lastimando, rodo en la cama enrollándose en las colcha calientita... algo andaba mal... esa no era su cama, pero no quería levantarse, el colchón era suave y acolchado, las almohadas estaban esponjosas y el sueño aun bailaba en sus pestañas, busco su celular pero no lo encontró, estaba sonando entre las tantas cobijas y colchas que lo tenían prisionero. Abrió los ojos tallándoselos con la yema de los dedos, en la cajonera de la izquierda estaba un reloj con forma de torre Eiffel, sonrió, sin duda alguna se había quedado en la casa de Aixa.

Se levantó de golpe imaginando todo lo que pudo haber hecho y no lo recordaba, levanto la cobija con la que estaba tapado y suspiro aliviado de que aún se mantenía con la ropa formal de anoche, se removió y de nuevo sintió aquel dolor en la cintura, bajo la mano tentándose sintiendo su gloria matutina y la hebilla del cinto incrustándose en la parte baja de los abdominales.

Eran pasadas las seis de la mañana estaba cómodo en una casa ajena, boca abajo inhalo el embriagante aroma de las colchas tratando de encontrar algún indicio de que ese cuarto era de la hermosa chica de piernas largas y trasero voluptuoso. Negó con la cabeza, alejando aquellos sucios pensamientos de la inocente Aixa. Se puso de pie encontrando un vaso con agua y una pastilla más una notita que decía «tómala, la necesitaras» con remitente de Aixa más un corazón.

Esa mañana en especial Aixa se había levantado temprano para hacer el desayuno y no solo por eso si no que ya había quedado anteriormente con Sandy para suplirla un par de días en el trabajo, además que también tenía pendiente la edición de la revista de su padre, la mayor parte del tiempo solo checaba las ediciones antes de mandarlas al área de reproducción de la revista Lawhorn. Había llamado a su padre para informarle sobre los planes hechos con Sandy; Joseph no se había molestado ni un gramo, le gustaba tener a sus hijos merodeando por la empresa ayudándole en lo que él no podía abarcar. Joseph simplemente estaba más que orgulloso de sus hijos a los que amaba con toda su alma y deseaba ver felices con las personad indicadas.

La radio sonaba en un volumen moderado en la cocina, thunder de imagine dragón se escuchaba, Aixa cantaba sin pena alguna, sus padres y amigos decían que tenía una voz impresionante y ella se lo había creído, hablaba a la perfección el inglés y no se le dificultaba el cantar las canciones de aquella estación de radio.

Blake se quedó parado en el umbral de la puerta observando a la chica frente a sus ojos aun en pijama, cantaba en tono bajo y movía las caderas de lado a lado, incitándolo a poner sus manos sobre estas y moverse al compás de la chica. Sonrió recordando las palabras de sus hijos y ahora lo creía "un ángel" —sin duda alguna— se dijo ahora si creyendo. Aixa era un gran ángel que dios y su ex esposa habían mandado para que cuidara de sus hijos, para que los mimara y protegiera; lo había visto desde el día que la conoció a pesar de su corta edad Blake descubrió a una resplandeciente mujer amorosa y fuerte en ella.

Estaba cayendo cada vez más por la amiga de su hermana y le era inevitable no enamorarse en el proceso.

—Tienes una angelical voz— menciono acercándose a ella. Tomo el tazón de cereales que casi cae al piso, hubiera sido una pena haber ensuciado aquel peculiar piso simulando la madera recién pulida, aunque un poco de leche se desparramo siempre.

Blake sonrió al ver lo adorable que se miraba la chica en su pijama de panda con sus orejitas y todo, sus dedos cosquilleaban por tocar sus rosadas mejillas y sus apetitosos labios, las comisuras se elevaron al ver la maraña de cabello que salía por entre el gorro de la chica.

—Me has asustado.

—Perdón, no fue mi intención.

Pequeños pasitos cruzaron la cocina entrando por la puerta los pequeños. Sonrieron ante la imagen de su padre acariciando la cara de Aixa, cruzaron sus dedos rogándole a dios un —¡por favor!— para que los dos se volvieran uno solo como familia.

—Los niñ... ¡oh mira ahí están!— señalo Aixa a los niños —tomen asiento para que desayunen.

Blake frunció el ceño viendo a sus hijos, jamás se habían levantado tan temprano. A él le costaba eternidades poder despertarlos temprano y más a la pequeña Abei. Ambos niños miraron a su padre con la sonrisa más amplia y resplandeciente que pudieron haber puesto, Blake solo negó y camino donde Aixa para ayudarla a arrimar las cosas al mesón pues comerían en la cocina.

Reían y carcajeaban, la felicidad que se extendía como el aura de una persona pura se expandía hasta las afueras del edificio, el timbre resonó y la dueña de la casa se puso de pié yendo a abrirle a la chica que le hacia el aseo, sus invitados continuaban riendo y charlando sobre los chascarrillos que les pasaban en la escuela u oficina en caso de Blake.

—Era la chica de la limpieza— dijo Aixa entrando de vuelta a la cocina. Blake no dijo nada, era normal que una chica adinerada tuviera sirvientes que le hicieran todos los deberes del hogar.

Continuaron platicando y riendo, Aixa termino su cereal y se arrimó el plato de fruta picada.

Blake la observaba meticulosamente, ahora entendía por qué aquella figura tan delgada y llena de curvas, se cuidaba bastante bien a su ver, lo que le hacía imposible imaginársela a ella una chica tan delicada y bella sentada en una tienducha de hamburguesas llevándose una grasienta con infinidad de calorías a la boca.

—Mi madre era modelo y desde que tengo uso de razón por las mañanas nos daba de comer cosas "nutritivas" para después ponernos un gran tazón de fruta— sonrió recordando a su madre cuando ella era pequeña. Jamás le había negado nada, pero tampoco o mejor dicho fueron contadas las veces que Aixa probó alguna comida grasosa o una de esas deliciosas "comida chatarra" como era que llamaba Tessa las hamburguesas y Hot-Dog.

—Es entendible— comento Blake.

Cuando los niños terminaron sus comidas se dirigieron al cuarto de juego dejando a Blake y Aixa sentados en el mesón.

—¿Puedo retirar los platos?— pregunto la chica de la limpieza entrando a la cocina, Aixa asintió y la chica se dispuso a recoger los platos sucios.

—De todos modos no te imagino comiendo en una carreta de tacos o en un puesto de hamburguesa. Se ve que... no es tu estilo—.

Aixa lo miro dolida. Era mucha belleza para ser verdad, bajo la mirada apenada, se puso de pie dejando algo confundido a Blake, pero sus ojos picaban y no quería llorar frente a él; ella era una chica demasiado sensible y lloraba con la nada.

—Sabía que no eras diferente a los demás— dijo firme, ahogando los sollozos que se aglomeraban en la garganta —siempre creyendo, y cayendo en las apariencias... mi madre fue modelo y siempre le prohibieron el comer cosas grasosas, pero ella jamás nos prohibió comerlas a nosotros, pero dentro de la casa, ella nos cuidaba a la hora de comer. Y si no he comido esas cosas que dices es porque no he tenido la oportunidad de hacerlo —continuo, se sentía enojada, pero odiaba que la gente creyera que era una anoréxica que se limitaba a la hora de comer... pero no era verdad, era solo la costumbre de comer sanamente.

—Aixa, yoo... lo lamentó, no creí que...

—Déjalo Blake, no importa.

Blake se sintió mal, había metido la pata y no sabía cómo ni cuándo lo había hecho. Soltó un —perdón— que claramente Aixa escucho pues se detuvo en el inició de las escaleras musitando un —no importa Blake— y continuo subiendo las escaleras.

Cuando bajo ya vestida y lista se encontró con la chica de la limpieza quien le entrego un papelito donde Blake le había escrito una disculpa por haberse ido sin avisar y por lo de en la mañana.

Hizo una mueca y salió de su casa, triste... lo bueno que no volvería a su departamento hasta el fin de semana... o quizá si volvería antes de...

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