capítulo 24

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La nieve aun pintaba de blanco el césped, fue inevitable no titiritar cuando el aire la golpeo de lleno, no dejo de correr hasta que paro un par de metros más allá de la casa, el reloj de su muñeca marcaba las 7 de la noche y el avión de los que partían hoy saldría alrededor de media noche, incluso sus padres se irían.

Si acaso Alain se quedaría para hacerle compañía, así lo había estipulado él, pero Aixa no lo quería, sabía que estaría muy triste esos días, y no quería a su hermano haciéndole preguntas que no sabría cómo contestar.

Se dejó caer en el pequeño muelle observando la barca de madera pintada de blanco y verde pistacho con el emblema de "el lucero te guiara" sorbió la nariz, roja como los cerezos y se pasó el dorso de la mano por los ojos. La sorpresa que le tenía a Blake quedaría en el olvidó.

—¿Necesitas compañía?— Aixa se encontraba encogida, con una pierna alzada y su cabeza oculta entre ella, soltaba lastimeros sollozos que no se percató del chico que se sentaba a su lado.

—Señorita Aixa, ¿se encuentra bien?— el hombre le toco el hombro moviéndola ligeramente.

—¡Robi!— exclamo sin sacar su cabeza del escondite, Robi era un gran y carismático muchacho hijo menor del capataz de la casa del lago, era un muy buen amigo de Aixa al igual que su hermano mayor Josh.

—¿Sucede algo señorita?

—So-Solo— se mordió el labio reprimiendo un nuevo sollozo —solo puedes darme un paseo en la barcaza— pidió saliendo de su escondite.

—Claro— el chico se levantó del suelo, sacudió sus posaderas al igual que Aixa, y desamarro el pequeño bote de donde se encontraba anclado. El primero en abordar fue Robi quien tomo la mano de Aixa y la ayudo a subir al pequeño bote.

Aixa estaba medio recostada en la pared del bote, sus ojos entre cerrados, ya no lloraba pero las lágrimas se le corrían de vez en cuando.

—Este es mi lugar favorito— informo Robi sin dejar de remar, sonriendo con ese peculiar brillo en sus ojos, miro a Aixa y le dedico una dulce sonrisa de labios cerrados. —Cuando me siento triste, me gusta venir a este lugar, incluso suelo nadar aquí— Aixa levanto la vista viendo las luciérnagas flotando por sobre su cabeza y uno que otro cisne dormía con la cabeza bajo el ala. Las ranas y renacuajos croaban en las amplias flores acuáticas, y los grillos hacían su colaboración en aquella melodiosa sintonía.

—Solía venir aquí cuando niña, con Alain y Tara— sonrió recordando aquellos momentos— pero papa nos prohibió venir solos— recordó. Limpiando sus ojos por inercia, pues las lágrimas ya no salían.

—¿Por qué? Si el lago es muy tranquilo.

—Si, en eso estoy de acuerdo, pero papa no creyó lo mismo cuando caí por accidente al lago y casi me ahogo. En mi defensa era pequeña y no sabía nadar.

—Oh, ya veo.

—Siii, siempre fue demasiado sobreprotector, desde ese día estuve en clases de natación y gimnasia artística.

Robi soltó una ligera carcajada, metió los remos dentro del pequeño bote y se inclinó hacia atrás, las suaves ondas que se habían formado en el lago movían el bote, y ambos chicos se relajaron en el silencio del momento.

—¿Quieres hablar?— pregunto Robi al escuchar suspirar a Aixa. Negó. Robi entendió la decisión de la chica guardando silencio.

Se volvió a acomodar en la otra punta del bote con los ojos cerrados.

—Mi padre dijo que te quedarías una temporada.

—Eso creo, aunque probablemente me vaya... sabes quiero visitar a mis amigos de la Venecia Italia.

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