CAPITULO 7

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La noche seguía proclamando el ambiente tranquilo, los vidrios se empañaban por la calefacción encendida y el frio del exterior. Las temperaturas habían bajado gradualmente a 4° bajo cero, copos de nieve recién caían del cielo, pintando de blanco las baldosas de las calles. Blake amaba esa temporada aunque aún no era tiempo de que nevara, tal vez se avecinaba una fuerte tormenta.

—Por esta callé— señalo Blake. Nunca antes había llevado una chica a su casa, y se sentía un tanto nervioso... ¿qué pensaría Aixa de su casa? Que era un cuchitril ¡quizá! —Aquí es— señalo una de las tantas casas. La más humilde para su gusto, pero bastante cómoda, ya que aún resguardaba los recuerdos que había creado con su difunta esposa.

Aixa abrió grande sus ojos, recordaba a Naila hablándole de la situación en la que su hermano estaba, pero ella había creído que si amiga exageraba, ahora comenzaba a cuestionarse, si todo lo demás que dijo era cierto también... volviendo la vista de nuevo de las demás casas alrededor observo la que era señalada por el hombre a su lado; esta era una casa pequeña de dos plantas, un poco maltrecha y despintada, las paredes parecían estar siendo comidas por la polillas mientras hacían un sobre esfuerzo por mantener la construcción en pie, el pórtico estaba sucio y polvoriento. Aixa era un poquitín alérgica a la limpieza y era por eso que cada dos días iba una señora a limpiar su casa/apartamento.

Se mordió el labio al bajar del coche y pisar una popo de ¿perro o de gato? En realidad no importaba pero se mordió la mano para no grita y dar brincos por el asco.

—¿Sucede algo?— cuestiono preocupado Blake. Cerró la puerta del copiloto y camino hasta donde Aixa tomándola de la mano cuando trastabillo. Blake no se perdió la cara empañada en horror de la chica.

—Cre-Creo que eh pisado una popo— chillo con voz aguda, sin poder evitar esta vez soltar un segundo chillido.

Blake se rio de ella de manera discreta, soltó el brazo de Aixa y abrió la puerta del coche para bajar a su pequeño hijo.

—Si me esperas puedo ayudarte ah...— se sorprendió al ver a Aixa quitándose los zapatos y dejándolos a un lado de la llanta del coche, Blake se asustó pero igual sonrió al ver los gestos que la chica hacía; el piso estaba frio y cubierto por una delgada capa de nieve blanca si no entraban dentro la pobre tendría los pies azules.

Aixa abrió la puerta seguida del lado del conductor y saco en brazos a la pequeña Abei. Ya no sentía los dedos de los pies y los tenía tan rojos que creyó le sería imposible que volvieran a tomar su color pálido habitual.

Siguió los pasos de Blake con Abei en brazos, pero se detuvo en la entrada de la puerta gritando un «con permiso» a la nada... era la costumbre, sus padres le inculcaron que siempre antes de entrar a una casa ajena se pedía permiso; y como no había nadie a quien pedirle el permiso ella se lo dio sola.

Blake rio de nuevo... había perdido la cuenta de cuantas veces sonrió en ese día a causa de la chica. Se sentía pleno y lleno de felicidad por su pequeña familia.

Mientras escuchaba las ligeras pisadas de Aixa detrás de él, se puso a pensar en las palabras de sus hijos y vaya que si pensaba que la chica era un ángel.

—Lo siento no estabas a la vista, y yo entre...

—No te preocupes... oh, te ayudo— beso la frente de su hijo dejándolo en su cama de colchas verdes. Se volvió caminando hasta la muchacha, tomo a su hija sintiendo la suave y tibia piel de Aixa contra su mano en un ligero toque.

Solo fue un rose, un simple movimiento de manos que dejo patinando e imaginando miles de escenarios para nada inocentes a Blake.

—Bien— respondió nerviosa la chica, mientras jugaba con sus desnudos pies, la casa en si a pesar de ser pequeña era agradable, aunque muy fría por dentro y con escasos muebles.

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