capítulo 17

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Las hojas secas crujían bajo un par de botas de cuero que se paseaban por el viejo sendero conocido repleto de vegetación y uno que otro arbusto frutal, las copas de los arboles danzaban con entusiasmo despidiendo de vez en cuando a uno que otro de sus "familiares" en forma de hojas.

El pasto era verde y en otras zonas solo tierra agravada que se pintaba de colores con las hojas esparcidas.

Su corazón se regocijaba de emoción, alegría, entusiasmo y recuerdos de ese hermoso Frisia que la esperaba listo con una silla de montar en el establo; troto el último tramo que le separaba de su adorada mascota, sonrió al verlo ahí, parado tan imponente como su sangre pura se lo permitía.

Abrazo a Josh y le agradeció por el cuidado único que le daba a su preciado caballo, paso sus manos por sus largos cabellos rizados, susurrándole infinidad de halagos y cuanto lo había extrañado el tiempo que no lo vio.

Con un resoplido el caballo pego su cabeza al hombro de Aixa dejándose acariciar por la chica. Con cuidado Aixa lo montó, volviendo a pasar sus manos por el lomo de este, Josh a su lado ya montaba una yegua colorada de cabello trenzado tan brillante como una aceituna.

Ambos chicos cabalgaron, recordando viejos tiempos...

Por otro lado la familia Rosete ya se preparaba para abordar el avión junto al resto de la familia Lawhorn, Mackay y unos que otros invitados que decidieron aprovechar el viaje...

El vuelo hacia los límites de Australia no duro más de dos horas y media, los nervios que sentían los que abordaban por primera vez un —"pájaro de acero"— palabras verbales del señor Hiu y la señora Molly quienes estuvieron pendientes en cada paso de despegó y aterrizaje del avión, pero gracias a dios todo había pasado tan rápido que hasta el mareo de los pequeños paso desapercibido.

Alana la abuelita de Aixa todo el caminó sostuvo una amena charla con Naila y su hermano, quien por cierto le pareció un gran chico con valores y determinación en la vida.

Mientras tanto los más pequeños Abei y Shun no dejaban de brincar de un lado a otro, mientras eran sostenidos a cada lado de su padre, por sus fuertes manos que se entrelazaban con las de sus hijos. Ambos pequeños estaban emocionados, jamás habían viajado y ahora que lo habían hecho no querían parar, ni perderse un segundo del paisaje a su alrededor en las alturas. El sol se extendía por toda la ciudad, el lago no quedaba muy lejos del aeropuerto, pero los invitados a la fiesta sorpresa de Tessa se encontraban en la sala de estar del aeropuerto en espera del transporte que los recogería.

—¡Oh dios Joseph!— exclamo la señora Alana, moviendo su cabello mientras maldecía mentalmente a su único hijo —como se atreve a dejar a su madre esperando en el aeropuerto— su esposo y los padres de su nuera rieron de forma burlesca, mas ninguno se atrevió a decir algo pues ya bien conocían a la señora y su carácter de poca tolerancia...

—Tranquila mujer, seguro solo se ha retrasado.

—¡Cómo puedes pedirme que me calme Marcus!— repitió por tercera vez, su celular en la oreja, volviendo a quejarse por que su hijo tampoco respondía a sus llamadas.

—Mira Alana, ahí viene mi nieto— informo la abuela Samay apuntando con su índice a la puerta de entrada donde entraba corriendo un sudoroso Alain con su cuñado Beng siguiéndole los pasos de cerca.

La mayoría de los tripulantes del avión habían ido a las tiendas del aeropuerto a comprar combustible para sus estómagos, aunque habían comido en el avión no había sido suficiente ya que de nuevo rugían con hambre.

—Mira papá— grito la pequeña Abei, señalando la pista de aterrizaje donde un nuevo pájaro de acero maniobraba su aterrizaje.

—¡Woow!— exclamó Shun emocionado.

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