Capítulo 84: Ya no tienes que huir

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Desperté en medio de la noche y removí mi cuerpo, instantáneamente la realización de con quien me encontraba en mi cama me golpeó cuando moví uno de mis brazos y esta chocó con otro cuerpo.

Me giré sobre mi cuerpo, encontrándome a Justin, iluminado por la luz de la lámpara de mi mesita de noche, la que él había dejado encendida para que no tuviera miedo.

Él respiraba pausadamente, como si estuviera muy tranquilo en su sueño, se encontraba de lado, en la misma posición que se había dormido, y sus manos aún se aferraban a mi cuerpo sin soltar su agarre.

Su boca se encontraba ligeramente abierta y su cabello despeinado más de lo normal.

Su cuerpo expelía un calor infernal, que me hacía sentir en casa en el frío que parecía inundar mi cuerpo hacía varios días.

Aproveché aquella situación para acariciar levemente su rostro, que se sentía sorprendentemente suave bajo mis manos, él realmente parecía un modelo.

Pasé mi dedo pulgar por sus labios, impresionada ante esos labios perfectamente formados y tan rosados.

Bajé con mi dedo por su largo cuello, mis labios hormigueando violentamente en el deseo de besarlo allí.

Cuando mi dedo había llegado a su pecho y comenzaba a delinear sus tatuajes bajo mi tacto, él gruñó a lo bajo entre sueños y me acercó de sopetón a su cuerpo, apretando sus manos alrededor de mí, cosa que me encendió tremendamente.

Aún dormido, sus labios se presionaron en los míos, dejándome sin aire por unos largos segundos.

Mierda, en ese momento deseaba despertarlo y continuar con mi actividad, pero en lugar de tocarlo deseaba besarlo por todas partes.

La imagen de Justin, con su expresión tranquila y sus ojos cerrados, iluminando por una tenue luz, y tan cerca que me permitía observarlo en todo su esplendor, era genuinamente gloriosa.

Decidí dejarlo descansar, a ese paso iba a terminar despertándolo, y él también parecía estar muy cansado.

Inmovilizada por sus fuertes brazos, y encontrándome ahora frente a su rostro y a centímetros de su boca, volví a cerrar los ojos, aunque fuera bastante difícil teniendo en cuenta la imagen que tenía frente a mi.

Cuando mis ojos comenzaron a sentirse pesados otra vez, Justin arrastró sus dedos entre mi cabello, haciéndome gemir a lo bajo.

-Por favor, no te vayas-pedí entredormida en un susurro, aún sabiendo que él no me escuchaba.

Desperté abriendo mis ojos de golpe, y dudando por algunos segundos de sí los eventos sucedidos el día anterior habían sido producto de mi imaginación, o un sueño perturbador y en igual medida placentero.

Supe rápidamente que ninguna de las opciones era la correcta cuando al elevar mi rostro unos pocos centímetros encontré a Justin allí.

Estaba despierto, me observaba con una expresión de relajación y tranquilidad que pocas veces traía.

Su mano viajó cerca de mi, quitando con suavidad los mechones de cabello que se esparcían por todo mi rostro.

Cristo, de seguro tenía pelos de loca.

Él se veía como siempre, atractivo, incluso con su cabello hecho un desastre parecía recién salido de una ducha, no debería sorprenderme.

-Buenos días, nena-murmuró con esa voz imposiblemente ronca que parecía apoderarse de sus cuerdas vocales en la mañana.

-Buenos días-susurré sin poder apartar mis ojos de él y de sus pestañas largas.

-Oí a tu madre marcharse, iré a prepararte el desayuno, ayer comiste muy poco-dijo en voz baja sin abandonar sus caricias en mi cabello.

El Padre de Mi Mejor Amiga|Justin Bieber|Editada|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora