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|Capítulo 36|
La ciudad comenzaba a apagarse luego de la hora pico aunque los a
utos seguían siempre presente en las calles, algo de brisa helada me dio en el rostro cuando puse pie fuera del edificio junto a Brock que se había animado inmediatamente a venir conmigo, con él llevaba una cámara y un par de aparatos que colocó en un bolso detrás de la motocicleta que estaba aparcada en frente. Era enorme y no es que no me hubiera montado en una motocicleta antes, es que no lo hacía por voluntad propia o por diversión, me ponían algo nerviosa pero no dije nada en ese momento, solo quería llegar al puerto cuanto antes.
-Ten, te voy a prestar el casco con el sticker de Shrek -. Me dijo Eddie pasándome un casco blanco con un par de stickers que lo decoraban, tomando el otro de color negro para él.
-Me siento honrada -. Le respondí riéndome un poco y colocándomelo, aunque enseguida Eddie se acercó para ajustar la correa que lo sujetaba alrededor de mi rostro con cuidado, pensé que iba a hacer alguno de sus comentarios estúpidos, pero en esta ocasión se lo ahorró.
-¿Lista? -. Preguntó luego, montándose en la motocicleta y yo asentí, yendo tras de él, sentándome en la parte posterior -Deberías sujetarte -. Ordenó alzando un poco su chaqueta de cuero para que pudiera aguantarme de él sin impedir la movilidad de sus brazos al conducir.
-Ah no... es que pretendía no sujetarme y que me lanzaras a mitad de la autopista, se que estás esperando la oportunidad -. Le comenté con sarcasmo, rodeándolo con mis brazos, intentando mantener un poco la distancia entre él y yo, aunque de igual forma no es que hubiera mucha, pude sentir como se reía un poco de mi comentario.
-No puedo decir que no lo haya pensado -. Bromeó, antes de encender el vehículo y que saliéramos directo al puerto del otro lado de la ciudad, a toda velocidad, o al menos así lo sentí yo, que cerré los ojos instintivamente y me sujeté más fuerte de Eddie apenas aceleramos, sentía que iba a terminar con la cara estampada en el asfalto y un par de huesos rotos de no ser así.
La brisa se sentía fuerte mientras pasábamos casi volando entre los autos cuando decidí abrir los ojos, las luces de los edificios iluminaban toda la calle de manera espectacular en las noches de Nueva York, una vez pasados los nervios y las ganas de vomitar que había tenido, pude disfrutar un poco la vista y el recorrido que no tardó más de diez minutos, poco a pocos los edificios se comenzaban a hacer más escasos y el olor a la costa se hacía presente, así como los sonidos de barcos en la distancia que habían reemplazado al de los autos, fue entonces que comenzamos a disminuir la velocidad.
Al almacén 215 había dicho María que debíamos ir, pero todo estaba bastante oscuro como para evitar que viéramos los números desde demasiado lejos, aunque podía ver que íbamos pasando el 190, un rato después el 200 hasta que llegamos al final de un callejón. Ahí Eddie detuvo la motocicleta para que bajáramos.
