Capitulo 3

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El Senju Tobirama había percibido el instante en que su prisionero/paciente se había quitado uno de los sellos de supresión que le tenia puesto, y lanzó una mirada asesina en medio de una frase, girando sobre los talones de sus pies y entrando en la habitación sin dar explicaciones a sus compañeros mientras se preparaba para gritar al hombre de pelo negro que él y su grupo de exploradores habían encontrado justo el día anterior, sólo para congelarse al ver la habitación del hospital vacía, las cadenas de chakra abiertas, las cortinas corridas y la ventana abierta. Si no hubieran tenido un espía potencial entre manos, Tobirama habría aprovechado ese momento para decir con suficiencia a sus compañeros "Se los dije", aunque hubiera sido algo completamente fuera de lugar para él. Habría sido el momento correcto y se habrían merecido que se lo restregara es su cara, ya que habían peleado contra él respecto al desconocido, desde que terminaron de curarlo.

Pero antes de que Tobirama pudiera alertar a todos de que tenían a un extraño ninja extranjero moviéndose sin supervisión, sintió que la firma de chakra del extraño se disparaba con una cierta desesperación que Tobirama había sentido muy raramente antes y le intrigaba qué podría haberla causado. Sobre todo porque venía literalmente del otro lado de la calle. Se apresuró a dirigirse a la ventana, consciente de que su hermano, su primo y su cuñada le seguían con un ligero pánico.

Allí, se asomó y vio al joven arriba del único poste que había frente al hospital, mirando a lo lejos con un rostro que poco a poco se iba sumiendo en la indiferencia por lo que había parecido una devastación que le había invadido segundos antes. Ahora, el hombre de pelo blanco sentía aún más curiosidad por saber qué podía haber causado ese estado emocional.

El desconocido se quedó allí, mirando a lo lejos, en un mismo lugar con un cuervo en el hombro, sus cabellos negros bailando al viento. Tobirama aprovechó esta oportunidad para estudiar a fondo al desconocido. Era más joven que él por tres o cuatro años, Tobirama podía decirlo fácilmente. Era delgado y esbelto, pero tenía músculos debajo de la ropa, lo que les había ocultado su estado físico hasta que lo cogieron y sintieron toda esa musculatura. No era nada exagerado, sino más bien una fuerza sutil, como la que esconde un bailarín detrás de todos sus complicados movimientos. Sus rasgos faciales eran casi nobles, desde su fuerte mandíbula, pasando por sus altos pómulos, hasta su aristocrática nariz y finalmente sus interminables ojos negros. Cuando se habían abierto por primera vez y Tobirama los había visto, casi se había perdido en ellos, desenfocados y sin ver, como habían sido. El hombre era atractivo y seguro que iba a llamar mucho la atención si se quedaba aquí. Con su tez pálida, sus ojos oscuros y su pelo negro como la ceniza, destacaría como un pulgar dolorido entre los morenos que dominaban el clan Senju con sus ricos bronceados y sus grandes complexiones. Sí, el joven era alto, pero Tobirama era al menos cuatro o cinco centímetros más alto. Su belleza, similar a la de la realeza, sin duda le haría ganar admiradores.

Pero, aparte de la belleza estética de sus rasgos, también desvelaba cierto carácter. El chico era seguro de sí mismo, pero no arrogante, según revelaba su postura. Su complexión era la perfecta para un shinobi, permitiendo tanto la fuerza como la velocidad, ambas ocultas en un marco delgado pero con hombros fuertes y piernas musculosas. La forma en que mantenía el rostro inexpresivo a pesar de la agitación emocional que Tobirama había percibido antes hablaba de años de entrenamiento, ya fuera como shinobi o para convertirse en negociador político, lo que significaba que procedía de una familia adinerada. El equipo shinobi que le encontraron no podía ser utilizado para juzgarlo, ya que todo el mundo llevaba algún arma ninja consigo en estos días. Tobirama no pudo encontrar ni una sola cicatriz en el cuerpo del joven, lo que hablaba de su habilidad o de su falta de experiencia en la batalla. Viendo que se había librado de sus ataduras y que estaba tan despreocupadamente de pie en aquel poste, a nueve metros del suelo, el hermano menor del Senju se inclinó a creer que era lo primero, lo que le hizo volver a cerrar el círculo.

El Príncipe Comadreja de Konoha (Traducción)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora