Uchiha Itachi se sintió como si simplemente flotara en el espacio durante mucho tiempo, sin conciencia de sí mismo, sin recuerdos, sin sentimientos, sin sensaciones. Ni sonidos ni vistas, ni aire en sus pulmones ni tierra bajo sus pies o espalda, ni siquiera podía saber si su posición era horizontal o vertical. Era sólo él, la inmensidad del vacío que lo había reclamado y algo parecido al descanso eterno.
Y entonces el aliento llegó a sus pulmones y una voz familiar le gritó al oído antes de que sus ojos se abrieran y fueran asaltados por la luz extrañamente demasiado brillante de una sola vela y el mundo volviera a estar enfocado. El vacío que le había rodeado se perdió, el olor, el sonido y las sensaciones volvieron a aparecer, los recuerdos le abrumaron al intentar reaparecer en su conciencia todos a la vez. Tosió para desalojar lo que le obstruía las vías respiratorias y algo pegajoso, con olor a hierro y sabor a plomo, salió volando de su boca, dejándole la garganta dolorosamente seca.
Por alguna razón, fue lo más vivo que se sintió en años.
Se dio cuenta de lo hambriento de tacto que estaba cuando unos dedos callosos se apoderaron de su cara, acariciando sus mejillas mientras las palabras brotaban con una voz que conocía demasiado bien y que había echado de menos durante tanto tiempo fuera de sus propios recuerdos, pero cuyo significado aún no podía comprender. Respiraba entrecortadamente, inhalando más aire del que estaba acostumbrado, y sabía que eso debería significar algo, pero estaba tan desorientado en ese momento. Seis años de recuerdos se agolpaban en su cabeza. Estas respiraciones profundas eran nuevas y viejas a la vez. La ausencia de dolor era a la vez refrescante y un viejo consuelo. La calma que surgía en su interior, la paz, era algo a lo que no estaba acostumbrado y a lo que todavía necesitaba acostumbrarse.
La necesidad de tocar, de sentir a la persona que lo sostenía era una constante de los últimos ocho (¿catorce?) años de su vida, e Itachi no dudó en levantar su mano, ligeramente perezosa, para tomar las mejillas con branquias, guiando una cabeza más grande que la suya hacia abajo y presionando sus labios desordenadamente contra otro par más áspero. No le importaron las preocupadas protestas por su bienestar. Estaba vivo y sano, y nada de eso le importaba. El regreso de su vista no se registró hasta que unas manos suaves y grandes lo empujaron un poco hacia atrás y pudo ver con claridad el rostro azul que había amado durante tanto tiempo, pero que había empezado a temer que olvidara o no volviera a ver.
Entonces Itachi se empujó hacia delante, hacia el regazo de un sorprendido Hoshigaki Kisame y besó a su compañero una y otra vez hasta que el hombre tiburón dejó de protestar y se limitó a corresponderle. Sintió la lengua del azul empujando sus labios e Itachi se dejó llevar con gusto, necesitando más contacto, más sensaciones para borrar el recuerdo de aquella nada que había sentido antes de abrir los ojos. Enterró sus manos en la mano azul oscuro y masajeó el cráneo de Kisame mientras unas grandes manos le agarraban la cintura. Sabiendo que su compañero podría intentar apartarlo por su propio bien, Itachi rodeó con sus piernas la cintura del Kiri nin y gimió de una forma que sabía que volvía loco a Kisame. Las manos del hombre tiburón flaquearon e Itachi balanceó sus caderas. El jadeo que dio Kisame fue casi como una capitulación declarada y firmada antes de que Kisame se lanzara con todo al beso. Itachi lo aprobó sin reservas.
Se estremeció placenteramente cuando unas manos ásperas se deslizaron bajo su camisa y empezaron a recorrer su espalda como fantasmas, con la sensación de asombro que siempre tenían los gestos de Kisame cuando exploraba el cuerpo de Itachi. Llevaban juntos casi toda su relación de pareja y, sin embargo, Kisame seguía sintiéndose maravillado, adorando siempre a Itachi cuando hacían algo así. Siempre era cuidadoso, siempre se tomaba su tiempo para reaprender los caminos del placer que ya conocía de memoria. Era reverente, adorador de una manera que solía hacer que Itachi se retorciera de vergüenza y excitación a la vez. Cuando empezó a quedarse ciego, las caricias se convirtieron en algo tranquilizador que permitía al Uchiha saber que, aunque se estuviera volviendo inútil a los ojos de cualquier otro shinobi del mundo, Kisame siempre lo apreciaría, permanecería a su lado hasta que la muerte los separara.
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El Príncipe Comadreja de Konoha (Traducción)
FanficItachi nunca llegó a utilizar su Susanoo en su lucha con Sasuke. Tan pronto como el Kirin golpeó, fue enviado a través del tiempo a la era del fundador y todo dependía de él para asegurar un futuro salvo y más seguro para Konoha y el mundo en genera...