Capítulo 12: Entre la Guardia Civil

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Ainhoa esperaba en la consulta a que su psicóloga Rodríguez imprimiera media docena de hojas. Revisaba la hora en el móvil y tarareaba con tal de que el tiempo le pareciera que se ralentizaba.

RODRÍGUEZ: ¿Y no te valía tu último certificado psicológico?

AINHOA: A saber dónde está... Gracias por hacerme el favor.

RODRÍGUEZ: No es un favor. Es mi trabajo.

AINHOA: Ya, pero, en teoría, no tendrías que ser tú la evaluadora.

RODRÍGUEZ: A los de la armería les va a importar poco.

Ainhoa impulsó la espalda hacia arriba, pero la mano de Rodríguez hizo que se sentara de nuevo.

RODRÍGUEZ: Se me olvidaba. Te veo más animada.

AINHOA: Gracias, supongo.

RODRÍGUEZ: Hablaré con tu psiquiatra.

AINHOA: No hace falta.

RODRÍGUEZ: En algún momento habrá que reducir la dosis.

AINHOA: Pues que lo decida él.

RODRÍGUEZ: ¿Tienes prisa? Espera a que te dé cita.

Ainhoa se asomó a la mesa de la psicóloga para leer la fecha marcada.

AINHOA: Sí, sí, de acuerdo.

RODRÍGUEZ: Pues mañana me podré en contacto con...

AINHOA: Pero no tengas prisa. Si estoy bien.

11:30. Ainhoa bajaba y subía la bota derecha por las escaleras de madera que conducían al escenario montado en el Parque Eva Perón. Gente de pie soportaba los treinta grados y solo movían su cuerpo para aplaudir en los finales de frase. Navia del Mar, al igual que la decoración, lucía de dorado. Cuando el nerviosismo se apoderaba de ella, se aferraba a su atril y elevaba la mirada hacia el cielo.

NAVIA: Ya no es una cuestión de ideología, sino de saber estar. No podemos permitir que el Congreso sea un patio de colegio. Soy consciente que una gran mayoría de los españoles están hartos de este absurdo ambiente hostil. Y que votarán a su partido de confianza, aunque este solo esté interesado en pescar en río revuelto.

Ainhoa veía de reojo cómo su camisa sangraba por la parte del brazo superior. Sin querer darle más importancia, tomó el relevo de una Navia que, al decir su última palabra, relajó la compostura y se refugió bajo el escenario.

AINHOA: Por si no me conocéis, yo soy Ainhoa Levy, exsargento del Ejército español. Es lo que decía Navia. Muchos piensan que los partidos son una extensión de la personalidad de cada uno. Que los políticos somos amigos de los que cada día nos veneran.

Los espectadores mostraban gesto de desconcierto. Ainhoa estaba tentada de fijarse en el atril, pero caminó por el escenario, como si de un monólogo se tratara.

AINHOA: Soy honesta. No soy amiga vuestra. Ni siquiera sé vuestros nombres. Tampoco eso se aplica a los bomberos, o al funcionario que te atiende en el registro civil. Y no pasa nada. Me uní a este proyecto para sentirme profesional. Quiero que el futuro de España no esté en manos de un color o de un símbolo llamativo. Y, en lo que a mí me compete, deseo que este país no agache la cabeza. Gente humilde está perdiendo empleo por culpa del expansionismo marroquí. Su rey no parará sin más. Está acorralado. Su pueblo le dio la espalda. Y este busca recuperarlos con cantos de sirena. España necesita estabilidad para que sus tropas no paseen por Cádiz o Lanzarote. Y esa solución no la tiene un patriotera de barba y gomina que ondee banderas, sino alguien que conoce el Ejército.

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