Capítulo 19: Los Lumínicos

16 4 17
                                    

El mal sueño de Minerva se debió, en gran parte, a no haberse habituado a los finos colchones de la casa de campo de sus padres; además de una madrugada dedicada a cavar en el terreno para la creación de una nueva piscina.

Ya vestida y con la mochila en la espalda, en el cuarto de baño, Minerva agitaba un botecito de Pyker. Sin querer meditar, dio un trago que acabó con el líquido del interior. Nunca en su vida sintió tal ímpetu a la hora de despegar los párpados.

MINERVA: ¡Qué asco!

Aprovechando que su madre estaba en la cama y su padre, en el interior del coche, Minerva acudió al trastero para hacerse con uno de los picos de topacio que colgaban de una tabla de aluminio. Como eran manejables, su contorno no desfiguraba el tejido de la mochila.

MINERVA: ¡Ya estoy!

Minerva se situó en los asientos traseros. Ramiro arrancó y sorteó el camino hacia Madrid con prisa.

RAMIRO: ¿Que el señorito no sabe que yo también tengo que trabajar?

MINERVA: Podría haber ido andando al insti si me hubierais dejado dormir en el piso.

RAMIRO: Claro, para que metas ahí a la gitana.

MINERVA: Hay algo que no entiendo. Si para vosotros soy un chico, ¿por qué os molesta que esté con Valentina?

RAMIRO: Porque no hay quien te entienda. Dices que te gustan las chicas, pero tú..

MINERVA: ¡Vale, vale, vale! Pon música. Así, no discutimos.

RAMIRO: Muy bien. Pondré Rojo Estampado.

MINERVA: ¿Tienes quince años y te crees un niño rebelde?

RAMIRO: Eso pareces tú. Nunca me has hablado con ese tono. Has dicho que no discutiríamos. Así que calla hasta llegar al Tajamar.

8:10. En el pasillo de la tercera planta, Gabriel se disponía a entrar al aula de Historia. Al ver a Minerva subiendo por las escaleras, se esperó a que llegara.

GABRIEL: Vienes motivada, eh.

Minerva pasó de largo de Gabriel. Frente a la pared de cemento, se arrodilló y abrió la mochila. Suspiró, cerró los ojos y empuñó el pico de topacio. Tras el primer grito, se produjo el desquebrajamiento. El estruendo provocó que, tanto alumnos como alumnas del otro lado salieran al pasillo para enterarse de qué estaba sucediendo.

LIDIA: ¡Eh!¡Para, para!

Lidia se tiró de espaldas al suelo en cuanto el pico pasó rozando por su cuello. Minerva apartó los escombros con el pie y traspasó la barrera.

LIDIA: ¿Cómo se te ocurre venir con eso?

Minerva tenía intenciones de acabar con cada pared de cemento. Alumnos y alumnas la persiguieron movidos por la curiosidad y las ganas de saltarse la primera hora de clase. Ni siquiera los profesores se oponían a la idea de derribar los límites.

LIDIA: ¡Pero volved a clase! Hay que estudiar para los exámenes finales.

Valentina salió del aula, motivada solo por ver la cara de fastidio de Lidia.

LIDIA: Tú sabías que esto iba a pasar.

VALENTINA: Es la primera vez en días que vengo a clase. Ni siquiera he hablao con Minerva. He estao cuidando a mi hermana, gilipollas.

LeviatanaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora