Capítulo 27: Criaturas

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⚠️ Algunas de las partes contienen escenas explícitas y/o sensibles ⚠️

Veinte cuerpos habían sido calcinados en el año y medio que llevaba el plan. La chimenea funcionaba en las noches para que, por si acaso, algún curioso lejano no pudiera ver el humo entre la oscuridad. Los registros de los efectos de Sfirix fueron los suficientes para informar a Cunningham y así poner en marcha el Proyecto Acusta.

En los nueve meses que aquella criatura llevaba con vida, solo vio las coloridas paredes de la casa de campo y el rostro cambiante de Ainhoa Levy. La leche en polvo y los rayos de sol entre la hierba no bastaban para el buen desarrollo.

De madrugada, tumbada en el sofá, trajeada y con un maletín en el costado, Ainhoa mecía al bebé entre los brazos. El tarareo apaciguado se ralentizaba y temblaba cuando los dos cruzaban miradas.

AINHOA:

Dún do shúile a ghrá mo chroi.

Téigh a chlodlach...

El bebé, si bien no lloraba, cerraba los ojos, abría la boca por las arcadas y se contoneaba sin control. Ainhoa temía lo peor. Esta vez, los indicios eran más claros. Lo colocó en el sofá y se llevó las manos a la frente.

AINHOA: Qué estoy haciendo...

Ainhoa sacó el teléfono de su bolsillo. Mientras esperaba una respuesta, acariciaba el cabello de la criatura.

JOHAN: ¿Quieres que vaya ya?

AINHOA: Sí...

JOHAN: Te noto la voz caída. No te preocupes. Llevo en el maletero Zuber.

AINHOA: No es eso... Espera. No vengas a la casa. Quedamos en la entrada de Rascafría.

JOHAN: De acuerdo.

Ainhoa colgó, empuñó el maletín y, con el brazo libre, se llevó al bebé hasta la salida de la casa.

AINHOA: No sé si es bueno o malo haberte dejado nacer. Lo siento. Espero que puedas olvidar mi cara.

Ainhoa abandonó la estancia y caminó por tierra y hierba con los zapatos pegados al suelo.

AINHOA: Lo siento...

Los primeros chalets ya se divisaban, al igual que las calles principales. Ainhoa, sin querer pensar, dejó al bebé y a su manta envolvente en la vera, entre la calzada y unos matojos frondosos. De nuevo, sacó el móvil. Tragó saliva, tan fuerte que le raspó la garganta.

AINHOA: ¿Policía? Buenas. Resulta que me he encontrado a un bebé abandonado en la carretera. Perdón. Calle. Pintores de el Paular. Vengan enseguida, por favor.

Ainhoa se sentó al lado del bebé. Este se daba la vuelta en la manta para que el frío no le congelara el cuerpo.

AINHOA: Solo tu vida puede ir a mejor. Lo siento, Bruno.

Ainhoa no pudo evitar situárselo de nuevo entre los brazos.

AINHOA: Bruno...

7:10. Dos coches permanecían aparcados en esa desangelada calle: el de la Policía Nacional y el de Johan. Este último, disimuladamente, trasteaba en el maletero mientras se producían la interrogación a Ainhoa en la acera.

AGENTE: ¿Y no ha visto a nadie por aquí de madrugada?

Ainhoa era consciente de que el tono serio del agente no era por profesionalidad, sino por desprecio.

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