Capítulo 45: La nueva Reina

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Decenas de hospitales de campaña se extendían por la Casa de Campo. En una de las camillas, Morlaye descansaba. Medio rostro estaba vendado. Su brazo derecho, quemado, colgaba a través del borde de metal. A su alrededor, Ainhoa y Jordan, fingiendo despreocupación, le brindaban compañía.

JORDAN: Moncloa y Hortaleza. Dos distritos más. Poco a poco.

MORLAYE: No puedo seguir con esto.

AINHOA: Lo estás haciendo bien.

MORLAYE: No estoy haciendo nada. Nadie sabe quién soy.

JORDAN: Cuando la guerra termine, todos sabrán tu nombre. El Presidente que acabó con los terroristas.

MORLAYE: Sé cuál es mi límite. Yo también creía que era capaz, pero... ¿Por qué tenemos que morir por un país que no nos vio nacer?

Jordan cruzó las manos por la espalda y miró reflexivo al suelo. Ainhoa se despidió con un movimiento de cabeza y se dirigió a la campaña contigua. Sentada en una banqueta, la nueva Reina Sofía daba la mano a un hombre quemado que yacía en la camilla.

AINHOA: ¿Cómo está?

SOFÍA: Apenas puede hablar.

AINHOA: Es un milagro que siga vivo... El conductor. No recuerdo cómo se llamaba.

SOFÍA: Sebastián.

AINHOA: Y tú... ¿Cómo estás?

Sofía elevó los hombros. Ainhoa asintió y, después de minutos de fingir, apenó su rostro.

SOFÍA: Creo que debería descansar.

AINHOA: ¿Tienes a alguien que te lleve a la Zarzuela?

SOFÍA: Sí. Pero no me refiero a ese tipo de descanso. Necesito un par de días para procesar lo ocurrido.

AINHOA: Por supuesto.

El teléfono de Ainhoa sonó.

AINHOA: Disculpa.

Ainhoa salió al exterior. La responsable de la llamada era Sabrina.

SABRINA: Menos mal que me lo has cogido.

AINHOA: ¿Qué tal va el proyecto?

SABRINA: Bien. A punto estamos de terminar. Me imagino que para la semana que viene ya llegarán los primeros clientes.

AINHOA: Esa es mi chica.

SABRINA: En las noticias dicen que ya hay cuatro distritos controlados. Y que el Ejército español ya está por la frontera de Ceuta. Dentro de lo que cabe...

Ainhoa tomó aire.

AINHOA: Por cada noticia buena, vienen tres malas. Pero no quiero contarte nada sobre mí.

SABRINA: Sé lo que ocurrió. Yo respeto que no quieras tratar el tema. Pero, por favor, dime algo positivo sobre ti. Necesito pensar que no es todo un infierno.

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