Capítulo 43: Esculturas, tanques y cunas

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A pesar de que la lluvia cayó hace media hora, las calles de la periferia madrileña se secaron por culpa de los rayos que sol que se entrometían entre las fachadas. Áxel y Anasztázia sorteaban las aceras con dos bolsas de plástico repletas de alimentos. Como las únicas personas que se encontraban por el camino se mostraban alicaídas y desarmadas, dieron los pasos de manera apaciguada.

ÁXEL: Llevo días llamando al centro de mayores, y nadie responde.

ANASZTÁZIA: Se habrá cortado la línea.

ÁXEL: A estas alturas, ya me tengo que mentalizar para lo peor. O sea, para lo realista.

ANASZTÁZIA: Quién sabe...

Una radial de mano chirriaba en medio de una placeta. El dueño del aparato era una joven encapuchada que, como venía haciendo en los minutos anteriores, cortaba los brazos de la escultura de bronce de Juan Ignacio del Cerro. Los restos, recogidos por una compañera con la misma indumentaria, eran moldeados para futura munición.

ÁXEL: ¡Eh!¡Tú!

Áxel dejó la bolsa en el suelo y corrió embravecido hacia la escultura de su padre. Anasztázia, sin tiempo de reacción, estiró los brazos para tratar de contenerlo.

ANASZTÁZIA: ¡No!¡Espera!

La Albana no dudó en empuñar su pistola y poner su brazo recto para encañonar a Áxel.

LA ALBANA: ¿Yo qué?

Áxel frenó en seco. Anasztázia, temblando, no sabía si huir o avanzar.

ÁXEL: E... esa escultura...

Yrma soltó el saco de munición y, al igual que La Albana, apuntó su pistola contra Áxel.

YRMA: Nosotros estamos con lo nuestro. ¿Qué problema tienes?

ÁXEL: La... la... la hice yo.

LA ALBANA ¿Y qué?

ÁXEL: Pues...

YRMA: ¿Te molesta que utilicemos un montón de bronce?

Áxel perdió el miedo y formó un puño con la mano.

ÁXEL: ¡No es ningún montón!

Desde la parte trasera de la placeta, apareció Faraday, desencapuchado, aunque con el rostro pintado de naranja y dorado. Sin dudarlo, disparó tres balas contra el torso de Áxel. Incluso Yrma y La Albana se sorprendieron de tal acto.

FARADAY: ¡Deja de dar por culo, pesado!

Anasztázia presenció cómo Áxel caía desplomado. Sin querer levantar la mirada, chilló y huyó calle abajo.

FARADAY: ¡A por ella!

La Albana fue la primera en querer ir tras su rastro, pero su tobillo fue aprisionado por la mano del yacente Áxel. Su desestabilización provocó que cayeran ella y Faraday.

ÁXEL: De... dejadla...

Faraday se levantó del suelo enfadado. Recogió la pistola y, esta vez, acertó con las balas en la cabeza de Áxel.

FARADAY: ¡Hala! Por molestar.

Yrma permanecía oculta detrás de un bloque de cemento. Mientras que Faraday fue en busca de Anasztázia, La Albana sorteó la placeta para buscar el único rincón de sombra.

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