Capítulo 38: Atentados

10 2 6
                                    

El campus universitario se pobló de miles de estudiantes que escapaban de las detonaciones, el humo y el polvo que invadía sus pulmones. Aquellos que todavía permanecían dentro de las edificaciones, se tapaban los oídos, agachaban la espalda y gritaban en busca de una ayuda que no llegaba.

Valentina y Minerva se daban la mano para no perderse de vista entre los empujones que se producían en la planta baja de la Facultad de Filología. Más de un minuto pasó desde el último disparo, aunque ello no significó la calma.

MINERVA: ¡Una ventana! Hay una ventana.

VALENTINA: No puedo saltar.

MINERVA: ¡Yo te subo!

VALENTINA: ¡No hay espacio!

Cinco disparos se produjeron en el exterior de la Facultad. La salida se taponó por indecisos que no sabían qué lugar sería el adecuado para sobrevivir. Valentina perdió definitivamente el brazo de Minerva.

VALENTINA: ¡Vuelve!

Valentina levantó la mirada. En la primera planta, recorriendo el pasillo visible desde el vestíbulo, tres personas enfundadas de morado contemplaban apoyados en la barandilla la angustia del centenar de estudiantes. Uno de ellos, del bolsillo, sacó un control remoto. Una vez pulsó uno de los botones, corrió hacia el fondo junto a sus dos acompañantes.

Techos y suelos chocaron entre sí. Las paredes se desquebrajaron y se unieron a los escombros y los cuerpos. La detonación calló cualquier voz, incluso la de aquellos que sobrevivían con las extremidades aprisionadas.

VALENTINA: An... ge...

Valentina apartó restos de ladrillo para liberar el torso de Minerva. Esta tosía y apretaba los ojos para que el polvo no se introdujera en ellos.

VALENTINA: No hagas esfuerzo.

Valentina subió a Minerva a su espalda. Apretando las piernas contra el suelo, logró avanzar hasta la zona de hierbas.

VALENTINA: ¿Puedes hablar?

El campo de rugby de la universidad se convirtió en el lugar de reunión de aquellos que esperaban a que las ambulancias llegaran. Valentina colocó a Minerva en la hierba, tratando de guardar distancias con los alumnos de alrededor.

VALENTINA: Dime algo, por favor...

Minerva señaló a las espaldas de Valentina.

MINERVA: Ga... ga...

Valentina se giró. Gabriel presentaba el brazo derecho pelado y los pómulos hinchados. En su mano izquierda, sostenía una botella vacía y arrugada.

GABRIEL: ¿Ta... también en la... la... Fa... cul...?

VALENTINA: Si no podéis hablar mucho, no lo hagáis. Tumbaos.

GABRIEL: La... la espalda... No puedo.

VALENTINA: Como tú te sientas más a gusto.

GABRIEL: ¿Te duele algo?

VALENTINA: Las rodillas.

El sonido ambiente constaba de llantos y suspiros. Las primeras sirenas dieron esperanzas y levantaron a algunos de la hierba, esperando ser atendidos. Valentina cogió la botella que Gabriel aún sujetaba.

VALENTINA: Voy a buscar agua en alguna fuente. ¿Os funcionan los móviles?

GABRIEL: El mío.

LeviatanaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora