Ah, esa isla. Había transcurrido mucho tiempo desde que Alberto no volvía a aquel lugar de árboles frondosos y rocas que se interponían entre el mar y la tierra. La última vez que puso sus pies en ese lugar de tranquilidad sofocante y silenciosa soledad fue a sus catorce años, el mismo día de la copa Portorosso. El día que lo cambió todo, desde la cultura y el pensamiento de la gente del pequeño pueblo hasta su propia vida.
No había querido regresar, principalmente a ese faro abandonado que se había construido en ese terreno -hace quién sabe hace cuanto-, que era donde estuvo viviendo solo durante un año y algunos meses que para él no vale la pena recordar. Aunque, ahora el panorama había cambiado. Ahora tenía amigos, una familia que lo amaba, y un pueblo donde era aceptado. Sonrió ante el pensamiento de que esa torre ahora solo significaba eso, malos recuerdos de un estilo de vida que nunca eligió y que por fortuna ya no existe.
Aunque bueno, no todo había sido malo. En esa isla conoció a la persona que lo sacaría de ahí, su primer amigo real, su mejor amigo: Luca Paguro. Fue en ese lugar donde pasó la mitad de un verano a su lado. Donde las mañanas se las dedicaban a comer moras silvestres y conversar de cualquier cosa que se les cruzara por la mente. Donde las tardes las dedicaban a jugar por ahí, subirse a los árboles, a bailar, dibujar, a echarse a ver el mar y las nubes, o construir el vehículo de sus sueños, la Vespa. Donde a veces, por las noches, Luca se quedaba junto a él para observar lo que en ese entonces ambos creían que eran peces, calentándose en la fogata y en ocasiones, durmiendo juntos hasta que el menor tuviera que regresar a su casa. Donde idearon su plan de escape y su sueño de irse juntos por el mundo.
Eran buenos días, y buenos recuerdos que le contó al rubio con lujo de detalles.
—Puedo notar que lo amas solo por la forma en la que me hablas de él. Por como tus ojos brillan, se nota. —Dijo Damiano, quien estaba recostado boca arriba a su lado en el césped, sobre aquel acantilado.
—Creo que no hago un buen trabajo ocultándolo.
— ¿Es tu intención?
—Ya no lo sé.
Alberto estaba recostado boca abajo, con su rostro apoyado en sus manos y sus pies levantados en el aire. Observaba constantemente a la oleada marina chocar contra las rocas, y luego el pueblo a lo lejos cubierto de nubes blancas y esponjosas. Recordó sus días en la isla y lo rodeó un amargo sentimiento que se mezclaba con la nostalgia. Aunque bueno, toda la isla le traía ese sentimiento agridulce. Claro, prefería quedarse con lo bueno que con lo malo.
Dirigió sus ojos color esmeralda hacia el costado derecho, abajo donde estaba el faro abandonado y logró divisar la cantidad de chatarra que estaba ahí tirada. Entre ellas estaba la vespa de madera que construyó con Luca, que ahora estaba cubierta en maleza y plantas. Por supuesto, ahora todo estaba en ruinas mucho más que antes, puesto que nadie había posado un pie en la isla -y mucho menos en la torre- durante casi cuatro años, y esa no sería la excepción. Nunca más volvería a subir allá arriba.
Suspiró. —Esos días en la torre eran... Oscuros. Luego él apareció y todo cambió, todo parecía ser tan simple... Éramos los dos y nuestro sueño. Y sé que puede parecer una estupidez, e incluso una locura, pero a veces desearía volver a esas épocas donde vivía solo. Mi única preocupación era que la maldita vespa de chatarra no se partiera en dos al bajar de esta colina. Y de que los padres de Luca no lo vieran para que nunca se fuera.
El rubio lo veía con compasión. No quería llamarle lástima, porque no sentía eso por él, porque no era miserable. Pero ese chico de catorce años lo era. Un chiquillo que no tenía idea de la vida, estaba solo y desprotegido, y quién sabe qué demonios le habría pasado si Luca jamás hubiera llegado a sacarlo de ahí. Y a pesar de todo lo malo, Alberto quería volver a esa época para estar con él... Se imaginó el inmenso significado que Paguro tenía en su vida.
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¡Ciao, Ciao! /Luberto Fanfic
Fanfiction"¡Ciao, Ciao!" narra la historia de Luca y Alberto reencontrándose una primavera de 1972, a casi cuatro años desde la última vez que se vieron. Cuando Luca no cumple su promesa de regresar a Portorosso cada verano, Alberto decide superar su antiguo...