Capítulo 18

825 105 190
                                    

Los ojos verdes y amarillentos de Alberto se posaron en el oscuro cielo. No estaba en su forma humana, pues todavía no se secaba y tampoco tenía las intenciones de hacerlo. El viento movió un poco sus paletas violetas a la vez que divisó un rayo entre las nubes de lluvia. Se veía sereno, pero por dentro no podía estar más conflictuado.

Estaba al aire libre, bajo un techo del cual caían unas cuantas gotas que quedaban de la lluvia pasada. En el suelo había charcos transparentes, el concreto estaba helado, y las piedras a lo lejos aún seguían mojadas.

El lugar era vacío, oscuro y silencioso. Pero a la vez, tenía las características de ser un buen lugar para pensar por las mismas razones. En aquel banco de color verde musgo donde estaba sentado, pudo jurar que fue llamado por su nombre, pero seguro que ahora nadie lo estaría buscando.

Alberto estaba en la estación de trenes.

Como si fuese un masoquista, eligió ese lugar por... ¿Instinto? ¿Porque estaba cerca? ¿Porque le recordaba al final, cuando Luca tuviera que marcharse? Probablemente.

Así que ahí estaba, de frente a las vías; frente a las enormes y floreadas colinas. Miró el reloj de la estación, era casi media noche.

Oía los truenos a lo lejos y sabía que debía volver pronto a casa, porque era peligroso estar a la intemperie, pero no quería moverse de donde estaba. A diferencia de sus días solitarios en la torre, ya no le inquietaba el rugir del viento, ni el sonido del cielo molesto, tampoco la oscuridad.

De alguna forma, esos tres elementos se complementaban con sus aflicciones. Aún así, la culpa le decía que era tan incorrecto sentirse de la forma en la que se sentía ahora... Es solo que no podía evitarlo.

El miedo al abandono, era una herida que hasta el día de hoy no podía superar por completo. Y tenía tantas ganas de superarlo...

Pero tenía esos malditos hábitos que no podía romper, como el preguntarse noches incontables si quedaba algo de él que la persona a la que amaba, pudiera amar.

Lo suficiente como para que Luca deseara quedarse siempre y no irse jamás, lo necesario para que jurara que no pertenecía a ningún otro sitio más que en sus brazos.

—Así es como terminará... —Murmuró para sí, dedicando sus palabras al chico que le quitaba el sueño. —Te irás otra vez como sospeché, y por más que quiero enfrentar el miedo, no puedo hacerlo.

El lautés de escamas moradas se llevó los puños a la frente, a la vez que su voz quebrada volvía a murmurarle al adolescente de diecisiete años que tenía su corazón en sus manos.

—No importa cuánto quiera estar a tu lado, por alguna razón no puedo evitar pensar en el final. Por algún motivo, aunque sienta que estamos hechos para estar juntos... Algo evita que así pase.

Con el corazón en la garganta, prosiguió: — ¿Debería dejarte ir y ya? ¿Que eso sea todo? ¿Debería enterrar estos sentimientos? ¿Esconderlos bajo la alfombra e ignorar que ahí están? ¿O debería luchar?

Sus labios temblaron y se levantó de donde estaba, enfrentando a la colina y gritándole a la nada con todas sus fuerzas. — ¿¡Qué diablos tengo que hacer!?

Otro trueno invadió el ambiente, como si le estuviera respondiendo de vuelta. Alberto apretó sus labios, reprimiendo un sollozo, calmándose a sí mismo.

—El punto es... Que quizá no te sientes igual. Y soy egoísta al quererte solo para mí, porque no quiero que te vayas, pero tampoco que te quedes si no estás feliz aquí. No creo que esté bien ser así de posesivo contigo, no lo mereces.

¡Ciao, Ciao! /Luberto FanficDonde viven las historias. Descúbrelo ahora