Capítulo 33

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(Capítulo Final: Parte 2)

Capítulo musical, la canción está arriba, reprodúcela cuando sea el momento.
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Ambos, Luca y Alberto, caminaban de la mano por la acera junto a la playa. La calle estaba vacía, generando un silencio cómodo que solo se interrumpía por las olas del mar cristalino chocando en las rocas, las gaviotas haciendo sus sonidos y el viento resonando en sus oídos.

— ¿Entonces tus padres ya tienen el pie para la casita en la colina? ¡Eso es fabuloso, Luca! No puedo creer que los hayas ayudado con dinero, estoy muy feliz de oír eso. No sabía que trabajabas haciendo esporádicos, pero estoy muy orgulloso. —Alberto sonrió, apretando más su mano y acariciándola con su dedo pulgar.

—Lo sé, dentro de uno o dos meses, si mal no recuerdo, estaré viviendo en tierra oficialmente. Hasta entonces, me verás en la casa del mar o donde la tía Alfonsina.

—Tus padres deben estar muy contentos.

—Mi papá no quiere mucho, no lo convence. Pero mamá insiste en que yo debo tener un lugar para estudiar.

—Bueno es obvio quien manda ahí. —Dijo el mayor, llevándose un leve golpecito en el brazo, sobre su tatuaje. —Perdón, pero es cierto.

—Ella quiere su taller para hacer los vestidos también y bueno, papá podría poner su puesto de frutas ahí. Ah, y la abuela quiere un patio para tener su propio jardín.

—Si necesitas ayuda con eso, estoy encantado de ser útil. —Dijo, y besó la mejilla de su chico.

—Hm, por supuesto. —Sonrió el menor, posando su cabeza en el hombro ajeno mientras caminaban.

—Adoro esto, Luca. El futuro se ve asombroso. Adoro tenerte aquí, en serio.

—Pues yo adoro tener un presente junto a ti. —Murmuró.

La pareja paseaba por aquella vereda, empujándose mutuamente de vez en cuando para molestarse, y otras veces se contaban chistes absurdos, tropezándose por la risa. Ambos ya se habían alejado un poco del puerto, e iban por un camino donde se separaba la arena del concreto con un semimuro de piedras.

Si miraban un poco arriba y al costado, se encontrarían con los coloridos edificios de Portorosso sobre una colina pequeña reflejando el sol en las ventanas, y al llegar a un túnel de rocas, Luca vio en un farol el listón rojo del cual Damiano le había conversado.

Por ello, Luca se detuvo y le indicó a Alberto que cerrara los ojos, porque quería mostrarle algo. Lo guió cubriéndole los párpados exigiéndole que no hiciera trampa hasta atravesar el túnel, y cuando llegó al lugar; Luca le dijo que se girara, de forma que le diera la espalda a los faroles.

Entonces, él soltó su agarre y se arrodilló en la acera con solo una pierna por un momento.

— ¿Se te desabrochó un cordón? —Cuestionó Alberto, aún con los ojos cerrados.

—No, pero ya puedes abrir los ojos.

El mayor hizo caso solo para quedarse mudo cuando Luca lo miró seriamente a los ojos y le volvió a sujetar las manos de rodillas.

—Alberto... Mi rayito de sol, hay algo muy importante que quiero hacer desde hace mucho y creo que este es el momento perfecto.

Petrificado, el moreno sintió el rubor leve que se presentaba en sus mejillas, y tragó saliva.

— ¿Luca? —Sonrió, nervioso. —Sabes que te amo y que lo haré hasta que se acabe el mundo, pero... ¿No crees que somos demasiado jóvenes para casarnos?

¡Ciao, Ciao! /Luberto FanficDonde viven las historias. Descúbrelo ahora