Capítulo 3

57 22 55
                                    

—¿Cómo es posible que le hayas robado al panadero? ¡Nos estás haciendo quedar mal como tus padres!—exclama mi padre con enojo, quien al mismo tiempo me da otro correazo en la espalda—. Incluso tuvimos que pagarle por todo aquello que has estado tomando fiado ¿Te sientes orgulloso?

Siento bastante dolor, pero no puedo llorar. Si me muestro débil ante mi padre, se molestará más y dirá que cómo es posible que haya salido tan poco hombre.

—Don Julio vino ayer y nos contó todo frente a tus futuros suegros—comenta mientras frunce el ceño incluso más que hace un rato—. ¿Qué va a pasar si los padres de Miranda reconsideran lo de su matrimonio? ¡Supongo que tú estarías más que feliz por eso!—sus gritos me atemorizan cada vez más junto a cada golpe que recibo.

—Rómulo, creo que esto es demasiado...—intenta intervenir mi madre mientras se acerca a nosotros.

—¡No te metas, Gabriela!—ordena mi padre mientras la aparta bruscamente.

—Sí, Rómulo...—responde cabizbaja y con la mirada triste

—¿Por qué robas? ¿Por qué no quieres casarte con Miranda? ¿Por qué no eres buen estudiante? Tú... Me decepcionaste desde el primer momento en que te vi, no entiendo por qué no me puedes complacer ni una sola vez.

—Papá, yo...

—¡Silencio!—vuelve a golpear mi espalda, que está ya totalmente lastimada, haciendo que me estremezca—. Miranda es una muchacha de buen carácter, culta, que posee belleza e incluso sabe hacer las labores del hogar ¿Entonces por qué no la quieres si ha sido tan bien criada?

—No lo sé, papá. Yo tampoco sé por qué no me gusta...

Se encontraba levantando nuevamente la correa, listo para pegarme de nuevo, pero al voltear a ver a mi madre sollozando cambia de opinión.

—Realmente odio ver a tu madre llorando y lo sabes muy bien, así que esta vez no pasaré a mayores—es lo último que dice antes de retirarse de la sala.

Mi madre se acerca desesperadamente a mí, sentándose en el suelo, para darme un abrazo mientras me acariciaba la cabeza.

Después de que mi madre me atendiera por unos minutos, escuchamos cómo un auto pitaba desde afuera. Era el padre de Louis quien me esperaba junto a los demás para llevarme al colegio.

Me despido de mi madre y salgo afuera para subir al vehículo. Al estar adentro, mis amigos me dan algunas palmadas en la espalda en señal de saludo, pero no digo nada por más dolor que sienta allí.

Al llegar al colegio, bajamos rápidamente del carro y entramos a carrera a la institución; pues, el profesor estaba cerrando el portón y nosotros sabemos muy bien que no lo vuelve a abrir por más que se le ruegue.

La campana de entrada suena al instante, así que nos dirigimos al patio principal para formarnos. Después de que la directora diese unas palabras, nos dirigimos a los camerinos para recibir Educación Física. Pero ahora hay un problema, y es que por el apuro del que salí de casa, olvidé agarrar mi maleta con la ropa para cambiarme.

Mis compañeros entraron al camerino mientras yo me quedé afuera, no sin antes darme cuenta de que Damián me estaba observando antes de ingresar allí y de que el profesor era el que mantenía su mirada en mí ahora.

—¿Qué le pasó a tu uniforme, González?—pregunta el profesor Quiroz, quien se acerca fulminándome con la mirada—. Sabes perfectamente que todos los lunes a la primera hora tienes Educación Física.

—Discúlpeme profesor, olvidé mi uniforme hoy ¿Me podría dejar recibir su clase con el uniforme que uso ahora?

—Mire, González, el pantalón azul marino y la camiseta blanca que usa no es para esta asignatura ¿Entendido?—aclara el profesor, quien acerca su rostro al mío para asustarme, pero se aleja al instante—. Te me vas a limpiar el salón de actos ahora mismo, al menos para que no te pases la hora de vago.

—Sí, profesor—respondo.

—¡Profesor!—lo llama Damián, quien sale del camerino con su ropa normal, y no se ha cambiado—. Pensé que traía el uniforme entre mis cuadernos, pero me di cuenta de que solo traje la pantaloneta ¿Puedo estar en su clase con uniforme incompleto?

—No, Mendieta, definitivamente no puedes—dice el profesor Quiroz para luego suspirar—. Ve a limpiar el salón de actos con tu compañero.

—Sí, profesor—responde mi amigo con una media sonrisa.

Empezamos a dirigirnos al cuarto de las escobas, donde agarramos un recogedor y cada uno una escoba y una franela. Después caminamos hacia el salón de actos, donde tan pronto como entramos, no dudo en preguntarle algo a Damián.

—Tú sí trajiste el uniforme de Educación Física completo ¿Por qué mentiste?

—Porque somos amigos, y quiero acompañarte en las buenas y en las malas—responde mientras empieza a limpiar las sillas con la franela.

—¿A pesar de que el profesor te baje la nota?

—A pesar de que el profesor me baje la nota.

—Eres mucho para mí ¿Qué hice para merecerte? ¡Podría besarte!—comento entre risas—. La verdad, si fueras una mujer, me hubiera encantado conquistarte.

—Ajá—responde mientras su mirada se vuelve más seria.

¡Dios, lo había olvidado! ¡Le gusto y lo hago sentir mal diciendo cosas así! ¿Qué pasa conmigo?

—Lo que quiero decir es... Eh...

—¿Hiciste la tarea de Historia Universal?—cambia de tema rápidamente.

Es cierto, tal vez a Damián le podrían llegar a lastimar algunas cosas que tal vez diga sin pensar mucho, pero él quería que fingiera que nunca se confesó porque lo quiere mantener todo como cuando solo éramos amigos.

—No, no la hice.

Dije que podría besarlo... ¿En qué estaba pensando?

—¿Quieres que te deje copiar mientras yo sigo limpiando?

Deberían golpearme por haber dicho algo así.

—¿De verdad? ¡Vaya, muchas gracias!

EternityDonde viven las historias. Descúbrelo ahora