Capítulo 29

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—¡Claro! ¡Tenías que ser maricón, maldito mocoso!—exclama mi padre mostrándose sumamente disgustado—. ¡Eso explica lo raro que era todo entre ese amiguito tuyo y tú!

Ahora me están regañando, pero... no puedo parar de pensar en Damián ¿Qué le estarán diciendo ahora en casa? ¿Estará bien? ¿Qué castigo le darán?

—¡Nunca he hablado tan en serio como hoy, Frank! ¡Me decepcionaste mucho! ¡Creí que no podía tener una imagen más baja de ti hasta que llegó este día! Si tan solo hubieras nacido niña... No ¿Sabes qué? ¡Si tan solo no hubieras nacido no estaríamos en el problema de ahora!

—¿Sabes qué? ¡Apuesto a que nadie en este universo habría querido ser tu hijo!

—Frank, aquí el problema eres tú ¡Si no te reformas a las buenas, lo harás a las malas!

—¡Mamá, ayúdame por favor!

Mi madre permanecía sentada en el sofá, mirando hacia abajo, parecía que no nos escuchaba ni veía.

—¡Hasta tu madre te tiene asco! ¡Debes cambiar por ella, que te cargó en su vientre por nueve meses para que vivas como una persona normal!

—Soy normal, papá, mamá...

—¡Normal un carajo! ¡Estás enfermo! ¡Eres anormal, mocoso!

Mi madre empieza a llorar silenciosamente, lo cual hace que mis lágrimas empiecen a brotar de la misma manera.

—¡Por qué lloras! ¡Los hombres somos fuertes, no hacemos eso!

Se apresura en sacarse su cinturón para golpearme en la espalda. Hace que me estremezca al recibir el azote, hace ya algún tiempo que mi padre no hacía eso.

—¡Sácate la camiseta!—intercambiamos miradas por unos segundos, lo cual hace que se enfade más—. ¡Qué te la saques, engendro!

Mientras sigo con las lágrimas saliendo de mis ojos, me quito la camiseta y me pongo de rodillas para seguir recibiendo los correazos por parte de mi padre, él no duda mucho en seguir golpeándome. 

Pasa bastante tiempo hasta que me doy cuenta de que ya lleva bastante rato pegándome con aquella correa, pero esta vez no es solo la espalda.

120, 121, 122... Oh, ya me perdí ¿Por qué número va ahora?

—¡Rómulo, ya basta!—interviene mi madre, quien se acerca a nosotros con el ceño fruncido y llorando.

Tardaste mucho. Viniste a ayudarme, pero cuando ya estoy prácticamente demacrado ¿Tanto miedo le tienes a mi padre?

—¡No te metas, Gabriela!

—¡Que no me meta, que no me meta...! ¡Esta vez lo voy a hacer!

—¡Te dije que no te metas!

—¡Rómulo, ya deja de golpear a nuestro hijo! ¡No soporto más verte golpeándolo, y a él llorando!

—¡Aprende a ubicarte, Gabriela!

—¡Sé perfectamente en dónde me estoy metiendo!—ella baja la mirada para verme a los ojos—. Frank, ve a tu cuarto, ahora.

Al escuchar la orden de mi madre, no dudo en levantarme e ir lo más rápido que podía a mi cuarto ¿Sí quiera estoy corriendo? Duele tanto que apenas puedo caminar, esta vez golpeó tanto mis glúteos como mi espalda...

Entro en la habitación y me siento en la silla junto al teléfono convencional, de verdad siento un dolor inmenso solo con sentarme. Antes de que me diera cuenta, estaba marcando a la casa de Damián... ¿Él contestará?

—Aló—responde alguien por medio de la línea.

No era su madre o padre, tampoco era Damián... ¿Segundo?

—Segundo, buenas noches, soy Frank...

—Frank, te escuchas realmente mal ¿Te paso con mi hermano? Sé lo que pasó, no me importa, me parece que eres un excelente tipo y... ¡Oye, espera! ¡No! ¡No hagas eso!

Levanto una ceja, confundido, al escuchar sus últimas palabras ¿Alguien más ha tomado el teléfono?

—¿Segundo?

—Frank, soy la madre de Damián.

Al escuchar eso, me quedo en silencio por un segundo ¿Dónde está Segundo ahora?

—No quiero que vuelvas a hablar o salir con mi hijo, es más, ni siquiera lo mires, de todos modos no lo harás nunca más, lo enviaré muy lejos de ti.

—Señora, no diga eso, por favor...

—Hiciste asqueroso y miserable a mi hijo, lo volviste loco... ¿Sabes que dice que vio a Lorenzo? ¡Él dijo que no lo golpeemos porque Lolo estaba a nuestro lado viéndonos! Incluso confirmó haber hablado varias veces con él... ¿Y sabes qué más? Que tú le afirmaste que estaba allí ¡Volviste loco a mi hijo!

—Señora, yo...

—¡No vuelvas a llamar! ¡No quiero escuchar tu nombre ni tu voz nuevamente! ¡Te juro que si...!

—¡Frank!

Aquella voz familiar... ¿Damián?

—Frank, estoy bien. No te preocupes por mí, nos volveremos a ver ¡Te lo prometo!

—¡Damián, devuélveme ese teléfono!—exclama su madre con enojo.

—Frank, te amo.

—¡No digas tonterías, voy a cortar la llamada! ¡Voy a desconectar el teléfono!—grita su madre con mucho enojo.

—Yo también te amo, Damián—respondo mientras siento cómo mi mirada se va volviendo borrosa, creo que es normal querer llorar en esta situación ¿No?

—Frank, juntos por la...—no se pudo escuchar el resto, al parecer su madre había desconectado el teléfono.

Eternidad...

Escucho un pitido por medio del teléfono, así que vuelvo a ponerlo en su lugar. Por más que intentara retener las lágrimas, por algún motivo seguían saliendo sin mi consentimiento ¿Qué pasaría con Damián? ¿A dónde lo llevarán exactamente? ¿Habrá un futuro para nosotros?

Marica, maricón, bujarrón, engendro, anormal, enfermo, asqueroso... me han llamado hoy por muchos insultos distintos ¿De verdad soy todo eso para ellos? ¿No soy también un humano? ¿No me ven como una persona? Yo también soy normal, soy solo un chico que ama a otro chico ¿Qué tiene eso de malo? ¿Por qué dicen que soy yo el enfermo? ¡No entiendo!

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