Capítulo 25

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—Jack no vino hoy, qué traidor...—comento para mí mismo—. Si no asistió solo para saltarse el discurso que habrá hoy, lo voy a matar ¿De verdad se atreve a dejar que nosotros seamos los únicos que se aburran allí?

Damián fue al baño hace un rato, así que estoy esperando a que vuelva, y se siente conmigo aquí, en el redondel. Es increíble cómo puedo sentir desde aquí la mirada de Louis clavada en mi espalda, él realmente no nos ha dicho nada desde ese día, pero se ve que tampoco lo está pasando mal al tener la compañía de Campoverde.

Al darme cuenta, alguien me había puesto su mano sobre el hombro, así que volteo mi cabeza para ver de quién se trataba. Me siento desconcertado al ver que se trataba de Coelho, así que no evito fruncir un poco el ceño.

—¿No te alegra verme? Agradece que alguien como yo te toque el hombro.

Él es tan... Simplemente no me agrada. Es todo lo contrario a su hermana menor ¿Por qué no puedes ser más como tu hermana?

—¿Puedo sentarme?—pregunta mientras está a punto de sentarse a mi lado.

—No, preferiría que no. No me siento junto a payasos—respondo, evitando que este tome asiento y solo se quede de pie.

—Oye, González ¿Cómo se siente haber peleado con tu amigo?—comienza a interrogarme, lo cual hace que la piel se me ponga como de gallina.

—¿Con quién he peleado?

—No te me hagas el loco—contesta entre risas. Dios, cada cosa que hace me molesta—. Obviamente discutiste con Molina ¿Qué pasó, amiguito?

¿"Amiguito"? Antes muerto que ser tu amigo.

—¿Qué te importa?—respondo.

—Solo quiero empatizar un poco contigo, me he dado cuenta de que no nos llevamos muy bien ¿Quisieras empezar de nuevo?

¡Ni en tus sueños!

—Quisiera que te mantengas a un radio de diez metros alejado de mí ¿Te importaría?

—Sería imposible—responde entre risas.

—¿Sabes? Tu nariz me hace acuerdo al hocico de un perro.

—¿Eso crees?

—Sí, pero a comparación de los perros que me parecen lindos... tú no lo eres ni un poco.

—Creía que a ti todos los hombres te parecerían guapos, González.

—¿Por qué crees eso, cara de cojudo?

—Tengo una duda ¿Qué tan grande te gusta?—pregunta con una sonrisa burlona.

—No te entiendo, habla claro, oye.

—Aparentas ser tan inocente...

—¡Es que de verdad no entiendo lo que dices, mierdoso!

¿De verdad le dije "mierdoso"? Dios, quiero una serie de aplausos para mí. Eso se lo ganó por gustarle molestar tanto.

—Oye, Frank, creo que es mejor no ser tan grosero conmigo.

Si me llamas otra vez más por mi nombre, juro que vomito.

—¿Por qué? Solo me queda el resto de este año lectivo y el siguiente para verte la cara, después de eso no te veré nunca más—respondo mientras por un pequeño segundo me imagino con grandeza ese día.

Por primera vez en mi vida, he conseguido hacer que Coelho frunza el ceño debido a mis palabras. No niego que me siento orgulloso de mi logro momentáneo, pero al mismo tiempo me incomoda ver su expresión.

—Bueno, está bien si lo quieres así—responde sin quitar su expresión de disgusto.

Damián empieza a acercarse a nosotros, toma asiento a mi lado al instante, no sin antes saludar a Coelho.

Coelho nos observa de arriba a abajo, de alguna manera termina cambiando su expresión sombría a una pequeña sonrisa que también me incomodaba.

—Qué par de bujarrones...—es lo último que dice antes de salir de nuestra vista.

—¿Buja...? ¿Qué?—pregunto un poco confundido—. ¿Sabes qué es eso?

—Realmente no tengo idea—contesta Damián, quien luce hasta más confundido que yo—. ¿Louis sigue mirando hacia aquí?

—Eso creo. Creo que si sigue mirando tan fijamente mi espalda, va a hacer allí un agujero.

—No exageres—contesta entre risas—. Frank, había olvidado comentarte sobre algo.

—¿Qué pasó?

—Mis padres van a hacer una reunión para recordar el aniversario de muerte de Lolo, pero... ¿Cómo les explico que no está muerto? ¡Me dirían loco!

Dios, había conseguido despejarme un poco de ese asunto...

—No creo que les deberías decir, solo sígueles el juego.

—Sí, de todos modos no es como si les pudiera dar pruebas, él no ha venido a visitarme desde que hablamos con él en el patio de mi casa...

—De seguro está ocupado—respondo con una sonrisa nerviosa.

—No entiendo por qué no quiere volver a vivir con nosotros, siempre que le pregunto obtengo la misma respuesta: "Ese ya no es mi hogar"—dice sin evitar mostrar desconformidad en su rostro—. ¡Él todavía no cumple quince y ya quiere separarse de su familia!

—Entonces, tal vez, lo mejor sería respetar lo que él quiere hacer.

Bueno, claramente él no puede vivir con ustedes, él está en otro mundo desde hace años.

—Damián ¿Qué clase tendremos cuando acabe el receso?

Quizá, si dejamos de hablar de él poco a poco, él tal vez se olvide de esa ilusión de Lorenzo y pueda vivir bien ¿Eso podría funcionar? No soy doctor, tampoco creo en ellos, pero... creo que puedo hacerlo mejor que ellos.

—Nada más y nada menos que Filosofía.

—Júralo.

—No puedo creer que todavía no te sepas los horarios—comenta entre risas—. Sí, sigue Filosofía.

Dios, esa hora la tenemos con la profesora Da Costa. Desde el problema de las gaseosas, la manera en la que me ha estado viendo en sus clases no es nada agradable.

—Dios, ya mátame.

—No digas eso—interrumpe Damián para después suspirar—. Frank ¿Quieres ir al baño?

—¿Al baño? Pero si acabas de ir, y yo no tengo ganas la verdad.

—No, no. Ya sabes, ir a algún cubículo y... Lo siento, solo tengo ganas de besarte—dice aquello con leve sonrojo en sus mejillas.

Vaya, Damián Mendieta ¿En qué momento te volviste así? Me sorprendes cada vez más.

—Entonces, vayamos, ya tengo ganar de ir—respondo mientras me levanto del redondel, y sin evitar mostrar una sonrisa algo atontada.

Nos dirigimos al baño de hombres mientras intercambiamos sonrisas. Una vez allí, revisamos que no haya nadie cerca o que nos esté viendo. Después de comprobar, abro la puerta del cubículo para que Damián entre. Después de revisar un poco más con la mirada, también entro allí sin evitar hacer una media sonrisa.

EternityDonde viven las historias. Descúbrelo ahora